JURÍDICO LATAM
Doctrina
Título:Biopolítica contemporánea en tiempos de COVID-19: el caso de la APP Cuidar
Autor:Piana, Federico Pablo - Piana, Ricardo S.
País:
Argentina
Publicación:Estudios sobre Derecho, Sociedad y Pandemia - Volumen I - Derecho Político y Sociología
Fecha:01-10-2021 Cita:IJ-I-DCCCXXXI-143
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I - Introducción
II - Biopolítica foucaultiana y contemporánea
III - Gobierno Electrónico y NTICs
IV - El caso de la App Cuidar
V - Conclusiones
Notas

Biopolítica contemporánea en tiempos de COVID-19:

El caso de la APP Cuidar

Por Federico Pablo Piana
Ricardo Sebastián Piana

I - Introducción [arriba] 

A finales de 2019 se produjo un acontecimiento que marcó un antes y un después en todo el mundo: la aparición de una nueva enfermedad infecciosa causada por un coronavirus.[1] Esta inédita enfermedad, denominada científicamente como COVID-19, habría surgido en la ciudad de Wuhan en la República Popular China, y se convirtió rápidamente en pandemia por su fácil transmisión. Ante el avance de esta enfermedad, los Estados debieron tomar medidas urgentes e improvisadas para proteger a sus ciudadanos y América Latina no fue la excepción.

El 26 de febrero de 2020 Brasil confirma el primer caso positivo de COVID detectado oficialmente en nuestra región. Por ello, el presidente de la Nación Argentina Alberto Fernández comienza a delinear un paquete de medidas para prevenir el avance del COVID-19 en territorio argentino. Entre estas medidas, la incorporación y la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTICs), constituyen un factor clave para administrar con mayor eficacia y eficiencia a la población que en tiempos pasados.

En este contexto inédito, donde el Estado debe resguardar la vida de los ciudadanos por una nueva enfermedad desconocida, la teoría sobre biopolítica adquiere una vigencia notable. Si bien este neologismo goza de una larga trayectoria, es a partir del desarrollo teórico del francés Michael Foucault que este concepto adquiere reconocimiento mundial. En líneas generales, la biopolítica es en un conjunto de prácticas que controlan la vida humana a través de tecnologías del poder, las cuales facultan al Estado no sólo tener control sobre la vida de los seres humanos, sino también sobre la muerte, la producción y la enfermedad. Si bien las premisas elaboradas por Foucault son claves para comprender esta teoría, su punto de vista representa la cartografía de un mundo que ya no existe, debido a los grandes avances tecnológicos que acontecieron luego de su fallecimiento en 1984 y que deben ser incorporados en la actualidad.

Las pandemias, por su carácter excepcional y por la imposición de disposiciones extremas, son consideradas enormes laboratorios de innovación social; una oportunidad única para los gobiernos de reconfigurar las técnicas del cuerpo y del poder. Por ello, la gestión política por parte del gobierno argentino frente al COVID-19 como modo de administración política para salvar vidas en el contexto de algunas restricciones que se plantearon como necesarias para ese objetivo, esboza una nueva forma de subjetividad que merece ser analizada.

Lo que se intentará en este artículo es reflexionar sobre el uso de la app Cuidar, una de las NTICs implementadas por Argentina, desde una mirada biopolítica. Además, permitirá extraer conclusiones relevantes sobre biopolítica y enriquecer esta línea de pensamiento a través de una actualización teórica de nuevos pensadores, los cuales resaltan la importancia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la biopolítica contemporánea.

II - Biopolítica foucaultiana y contemporánea [arriba] 

Esta teoría fue desarrollada a lo largo del siglo XX por el francés Michel Foucault, quien analiza cómo los poderes soberanos utilizan diferentes técnicas de disciplinamiento, normalización y control sobre la vida de los individuos. Para esta corriente, el objetivo principal de quienes gobiernan es subyugar los cuerpos y así controlar a la población en general. Este modo de practicar el poder sobre el ser humano recibe el nombre de biopolítica, el cual se trata de un neologismo que nace para explicar una nueva realidad que exige ser nombrada.

En efecto, para poder desarrollar esta teoría, Foucault identifica diferentes enfermedades contagiosas que acontecieron en Europa en distintos periodos históricos con la finalidad de analizar cómo los gobernantes gestionaron la vida de la población: la lepra en la Edad Media, la peste en los siglos XVI y XVII y la viruela a partir del Siglo XVIII. Durante la Edad Media, emergió la lepra y generó una emergencia sanitaria sin precedentes en Europa. En este caso, quienes gobernaban decidieron realizar, a través de leyes y reglamentos jurídicos y religiosos, una partición binaria del espacio entre los que se encontraban sanos y los que estaban contagiados. El leproso era objeto de una serie de rituales de exclusión que implicaba su exilio de la ciudad y el cierre de la ciudad frente a él en una práctica de rechazo y olvido (Foucault, 2000).[2]

Durante los siglos XVI y XVII, aparece la peste en Europa. En este caso, el modo de gestión del espacio implicaba una cuadriculación de regiones a través de reglamentos y normas, logrando así un control estricto de la movilidad y los hábitos de todos los ciudadanos, controlando sus movimientos y llevando un registro estricto de todo lo que acontece.[3]

A partir del siglo XVIII surge una nueva manera de gestión del espacio con la aparición de la viruela, en la cual se inician las campañas médicas orientadas a erradicar los fenómenos tanto epidémicos como endémicos.[4] Esta nueva forma de gestión involucra una serialización del espacio y de las poblaciones donde lo clave era averiguar cuántas personas estaban infectadas, de qué edades y con qué efectos, para que con esta información fuera posible calcular las probabilidades de contagio y mortandad que esta enfermedad provocaría sobre la población (Foucault, 2006).[5]

Durante el siglo XIX, y con el impulso de la Demografía como disciplina, los gobernantes encuentran una nueva manera de ejercer el poder: es a través de la gubernamentalidad como campo estratégico, en donde el Estado es el encargado de administrar la vida de los ciudadanos.[6] Los gobiernos e instituciones tienen la capacidad de ejercer una tutela indirecta sobre la población mediante medidas que fomentan el autocontrol como técnicas que se combinan para crear un contexto que lleva a la población a considerar qué es tolerable y qué no lo es.[7]

Lo que se puede observar en todos los períodos analizados por Foucault, es que la medicina posee un papel fundamental a lo largo de la aparición de todas las enfermedades, ya que se trata de un poder-saber que actúa sobre el cuerpo, sobre la población y sobre los procesos biológicos. En consecuencia, la medicina tendrá efectos disciplinarios y efectos de regulación sobre los gobernados (Foucault, 1999)[8]. De esta manera:

“Se conforma un ámbito político-médico [correlativo a un saber “médico administrativo] sobre una población que se ve encuadrada por toda una serie de prescripciones que conciernen no sólo a la enfermedad, sino también a las formas generales de existencia y del comportamiento (alimentación bebida, sexualidad y fecundidad, vestimenta, remodelación del hábitat” (Foucault, 1999:338).[9]

El francés afirma que es a través de los “grandes aparatos” administrativos los cuales históricamente se aplican los dispositivos de control hacia la población. En efecto, el autor afirma que el Estado Moderno utiliza no sólo las técnicas disciplinarias para poder controlar y vigilar a la población sino también las técnicas jurídicas: El conjunto de medidas legislativas, decretos, reglamentos, circulares que permiten introducir mecanismos de seguridad es cada vez más gigantesco (…) para asegurar concretamente esa seguridad, es necesario recurrir, por ejemplo- y es sólo un ejemplo-, a toda una serie de técnicas de vigilancias, vigilancia de los individuos, diagnóstico de lo que estos son, clasificación de su estructura mental, de su patología propia, etc., todo un conjunto que prolifera bajo los mecanismos de seguridad y para hacerlos funcionar (Foucault, 2006:23).

Si bien la genealogía sobre la teoría biopolítica desarrollada por Foucault brinda la posibilidad de analizar las tecnologías del poder aplicadas al ser humano y a la población, en las últimas décadas hubo avances en las tecnologías de la información y la comunicación. Hernán y Silva (2018) reflexionan sobre el nuevo contexto de la biopolítica y señalan que han ocurrido una serie de transformaciones en los últimos años que conllevan el surgimiento de nuevas formas de poder tecnológico en el sistema político económico neoliberal.

Deleuze teoriza al respecto sobre cómo la sociedad disciplinaria caracterizada por Foucault está dando lugar a una nueva sociedad de control a causa de estas nuevas tecnologías. De hecho, el autor afirma que “estamos entrando en sociedades de control, que ya no funcionan mediante el encierro sino mediante un control continuo y una comunicación instantánea” (1996:243).

Por su parte, Baudrillard opina sobre la sociedad de control que analiza Deleuze y sostiene que la novedad que posee la sociedad actual no es que el control se encuentra instaurado desde fuera, sino que son las mismas personas las que se vuelven imágenes para sí mismos. Es decir, si la vigilancia del panóptico en el modelo de Bentham era desde afuera, las NTICs acontecidas en las últimas décadas han invertido el proceso:

Nos encontramos más allá del panóptico en el que la visibilidad era fuente de poder y control. Ya no se trata de conseguir que las cosas resulten visibles para un ojo exterior, sino de que sean transparentes, esto es, de borrar las huellas del control y lograr que también el operador sea invisible. La capacidad de control se interioriza y los hombres ya no pueden ser víctimas de las imágenes: ellos mismos se transforman inexorablemente en imágenes (ya que solo existen en dos dimensiones o en una sola dimensión superficial) (Baudrillard, 2006:49-50).

Entre las nuevas tecnologías se pueden mencionar el rastreo satelital de los smartphones, los chatbots, entre otros. Como señalan Márquez Carrasco y Ortega Ramírez (2020), estas medidas de seguimiento digital son herramientas biopolíticas valiosas para los Estados en la actualidad para poder controlar y vigilar a su población. De esta manera:

A medida que pierde fuerza la vieja lógica mecánica (cerrada y geométrica, progresiva y analógica) de las sociedades disciplinarias, emergen nuevas modalidades digitales (abiertas y fluidas, continuas y flexibles) que se dispersan aceleradamente por toda la sociedad. (…) Su impulsividad suele ignorar todas las fronteras: atraviesa espacios y tiempos, devora el "afuera" y fagocita cualquier alternativa que se interponga en su camino. Por eso, la nueva configuración social se presenta como totalitaria en un nuevo sentido: nada, nunca, parece quedar fuera de control (Sibilia, 2005:27).

Hemos señalado en otro lado que, en una cultura que exalta compartir los aspectos de la vida privada y preferencias, que promueve subir nuevos desafíos, que valora la cantidad de seguidores y likes, casi nunca leemos qué autorizamos al asociarnos a nuestras cuentas de Twitter, Facebook, Instagram, YouTube, google, etcétera, etcétera. Salirnos de estas redes, no es salir; es sólo desactivarlas: nuestra información sigue allí, nuestras fotos siguen allí, nuestras preferencias aún están (Piana, 2020:85).

Byung-Chul Han realiza una interesante interpretación sobre el pensamiento de Foucault aplicada en la actualidad. El autor señala que tanto el neoliberalismo como las NTICs, trabajan a favor de nuevas maneras de control que superan lo biopolítico: si para Foucault las estrategias biopolíticas movilizaban cuerpos, hoy en día también se mentes.[10] De hecho, en la sociedad actual, “el sujeto sometido no es consciente ni siquiera de su sometimiento. El entramado de dominación le queda totalmente oculto” (Han, 2014:28).[11]

Esta nueva manera de subjetivación y sometimiento más eficiente por parte del Estado en la era del Big Data, Han lo denomina psicopolítica, en donde el “el Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso, qué cómo, qué compro, adónde me dirijo. Es posible que en el futuro el Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que controla activamente a las personas” (2020:102).[12]

Analizando el pensamiento de Han, Urbina Blanco señala al respecto que “surge una suerte de bigbrother adaptado a los tiempos tecnológicos, esto es, el bigbrother digital, quien se encarga de vigilar y controlar a los sujetos.” (2020:15-16)[13]

Dominique Memmi redefine la configuración biopolítica de Foucault y la define como una biopolítica delegada: en lugar de un Estado que impide y vigila las decisiones individuales correspondientes al comienzo y al final de la vida, en la actualidad el poder público cede a los individuos la carga de decidir y sólo vigila las decisiones a través de un control discursivo de sus motivos. En este sentido, señala que “esa delegación, públicamente consentida, de la vigilancia de los cuerpos está bien lejos de las representaciones de un Estado centralizado y todo poderoso tal como lo describió un Michel Foucault…” (Memmi, 2004:137).[14]

Por lo tanto, el orden biopolítico en las sociedades contemporáneas existe porque acontece, entre otros aspectos, una administración pública que, a partir de determinadas normativas, disponibilidad de medios y disposiciones (dinámicas o fijas) garantizan el cuidado de la vida y del comportamiento adecuado o requerido para el orden capitalista en la actualidad.

III - Gobierno Electrónico y NTICs [arriba] 

La incorporación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en los Estados en las últimas décadas estableció una nueva interacción entre los gobiernos y sus ciudadanos, organizaciones y empresas, a tal punto que se produjo el surgimiento de un nuevo campo de estudio denominado Gobierno Electrónico -GE- conocido como e-government.[15]

Es tan significativa la relación del Estado con las NTICs que el primero es quien provee el marco normativo y regulatorio específico y general de su funcionamiento. Además, el Estado no sólo es creador del marco regulador de las telecomunicaciones, sino que es el principal consumidor de NTICs ya que es el propio gobierno el que se beneficia de las tecnologías para aumentar la eficiencia, eficacia y legitimidad de sus decisiones (Gascó, 2004).

Los distintos países de la región han considerado en las últimas décadas la importancia de implementar las NTICs con el fin de modernizar el Estado y así brindar nuevas alternativas a los ciudadanos a través de distintos canales electrónicos.[16] Tal es el caso de Argentina, cuando el entonces presidente de la Nación Néstor Kirchner firmó en 2005 el Decreto N° 378/05 en donde crea el Plan Nacional de Gobierno Electrónico, el cual fue una iniciativa compartida por los diferentes países de la región para constituir las bases para la implementación del GE.[17]

La aplicación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en nuestro país cooperó a superar no sólo las barreras establecidas por las estructuras burocráticas de la Administración Pública, sino también a reducir la utilización del papel y la presencia del personal en oficinas. Las NTICs pueden contribuir a racionalizar y simplificar la burocracia administrativa al posibilitar maneras más veloces de responder al ciudadano, modernizando los procedimientos administrativos a través de la estandarización y la reducción de trámites.

Entre las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que han utilizado los gobiernos en las últimas décadas, se destacan los sitios webs gubernamentales. Como señalan Rodríguez, Vera, Marko, Alderete y Conca (2015:192) “los sitios web gubernamentales son una herramienta muy poderosa para mejorar la comunicación entre los ciudadanos y el gobierno, proporcionando información pública de relevancia, pero también incrementando la eficiencia en los servicios públicos”. Por lo tanto, con la llegada de la administración electrónica, el ciudadano se convierte en el centro de escena, en fuente y en receptor de comunicación.

Sin embargo, con el avance tecnológico sufrido a lo largo de los últimos años, los Estados aplicaron nuevas herramientas complementarias a los sitios web con el objetivo principal de fin de potenciar su estrategia comunicativa y así llegar más a la ciudadanía. Una de estas herramientas fundamentales en este caso son las redes sociales tales como Twitter, Facebook o YouTube, las cuales las administraciones públicas de la región han estado desarrollando a lo largo de los últimos años.

Criado y Gil-García sostienen que “si bien parece que no todas las redes sociales tienen un mismo nivel de interés para las administraciones públicas, lo que queda fuera de duda es que componen una nueva esfera de su actividad que goza de un creciente interés entre los responsables políticos y los funcionarios públicos” (2013:30-31).[18]

No sólo los sitios web y las redes sociales han sido herramientas apropiadas para los gobiernos a la hora de acercarse a sus ciudadanos, sino que la herramienta por excelencia que han utilizado los gobiernos son los smartphones. El uso de los dispositivos móviles ha sido aprovechado en los últimos años por la mayoría de los gobiernos, a tal punto que han surgido nuevas teorías al respecto en donde se lo ha denominado m-government o gobierno móvil.

Este nuevo tipo de gobierno se lo define como una clase de “estrategia y su implementación involucrando la utilización de toda clase de tecnología, móvil e inalámbrica, servicios y aplicaciones y dispositivos para mejorar los beneficios de las partes involucradas e-government incluyendo a los ciudadanos, las empresas y todas las unidades gubernamentales” (Kushchu y Kuscu, 2003). La ventaja de utilizar que posee es que la mayoría de la población tiene a su alcance uno, lo cual se trata de un canal fácil de usar e instantáneo para enviar y recibir comunicaciones (Ramiro Araujo, 2014). De hecho, en el cuarto trimestre de 2019, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) registró que, en Argentina, 84 de cada 100 personas emplean teléfono celular y 80 de cada 100 utilizan internet.

IV - El caso de la App Cuidar [arriba] 

Ante la aparición del primer caso positivo de COVID-19 en Argentina en el mes de marzo[19], el Poder Ejecutivo comenzó a delinear un paquete de medidas durante todo el mes con el fin de mitigar el crecimiento de casos. Tras el avance acelerado de contagiados en el país, el presidente de la Nación, Alberto Fernández, anuncia el 19 de marzo la implementación de una cuarentena para toda la ciudadanía, que se denominó “Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio” (ASPO) mediante el Decreto 297/2020 para toda la población con el fin de proteger la salud pública, que regiría desde el 20 hasta el 31 de marzo inclusive.

Durante la vigencia del aislamiento, el cual se prorrogó en reiteradas ocasiones, las personas debían permanecer en sus residencias habituales o en la residencia en que se encuentren a las 00:00 horas. Además, señalaba que quienes se encuentren cumpliendo el aislamiento sólo podrían realizar desplazamientos mínimos para aprovisionarse de artículos de limpieza, medicamentos y alimentos.[20] Quedaban exceptuadas del cumplimiento del ASPO, las personas afectadas a las actividades y servicios declarados esenciales en la emergencia y sus desplazamientos deben limitarse al estricto cumplimiento de esas actividades y servicios.[21]

Con el fin de evitar nuevos contagios, el gobierno decidió lanzar en marzo una aplicación (app) para smartphones denominada “COVID 19-Ministerio de Salud”, la cual contiene distintas herramientas de cuidado y prevención para la ciudadanía. La implementación se realizó mediante la Decisión Administrativa N° 432/2020 de Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación, en la cual señala que, en el contexto de emergencia sanitaria, “...resulta necesario (...) hacer uso de la tecnología con el fin de facilitar a las autoridades argentinas el cuidado de la población en su totalidad”[22].

Sin embargo, el 27 de abril de 2020 se lanza una nueva versión de la app ahora denominada Cuidar, con el objetivo de contribuir al conocimiento de la situación epidemiológica nacional y a agilizar la gestión conjunta de la misma en el marco de la emergencia sanitaria.[23] Esta nueva versión de la plataforma fue desarrollada en conjunto entre la Secretaría de Innovación Pública, el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, la Fundación Sadovsky, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Cámara de la Industria Argentina del Software.[24]

La app tiene funciones de prevención: permite la autoevaluación de síntomas, brinda herramientas de cuidado y prevención e indica cómo actuar en casos de COVID-19 confirmados o descartados. A la hora de realizar el autodiagnóstico, la app solicita al ciudadano que confirme que los datos brindados tengan carácter de declaración jurada. En caso de que el ciudadano haya realizado una declaración falsa, la app advierte que se considera una contravención grave.[25]

Una vez que se realiza la autoevaluación y se completa el formulario, la app habilita al ciudadano a circular por la vía pública. En caso de que el ciudadano sea trabajador esencial, se verá reflejada información tales como su número de tarjeta SUBE para poder utilizar el transporte público[26] o, en caso de tener vehículo, el número de la patente para poder circular.

Si el ciudadano advierte en la app que posee síntomas compatibles a esta enfermedad, la información llega instantáneamente a los comités de emergencia de salud de cada jurisdicción para que se contacten con el usuario y así reciba la atención médica correspondiente.[27] Además, ni bien el ciudadano manifiesta síntomas, la app advierte que debe permanecer aislado y en caso de poseer un certificado de circulación, el mismo se inhabilita. Este sistema otorga información de calidad no sólo a las provincias sino también al Ministerio de Salud de la Nación con el objetivo de agilizar la gestión conjunta en el marco de la emergencia sanitaria (Nicolau, 2020)

La nueva versión incluyó la posibilidad de añadir el Certificado Único Habilitante de Circulación (CUHC)[28], formulario en donde se consulta al ciudadano información que lo habilita a circular por la vía pública por un período de 48 horas, siempre y cuando en el autoexamen no se detecten síntomas de COVID-19. Algunos datos que solicita para poder tramitar este certificado son datos identificatorios, tales como nombre completo, número de D.N.I., domicilio personal real; los motivos por los cuales solicita circular por la vía pública; los datos del vehículo y/o transporte para movilizarse; y datos laborales tales como lugar donde trabaja; finalmente se solicita que se adjunte documentación de respaldo que justifique el permiso (recibo empleador, monotributo, carta del empleador).[29]

La gran variedad de información solicitada a la ciudadanía por parte del gobierno provocó gran revuelo en materia de privacidad por varios sectores. La organización Amnistía Internacional, una ONG que se desempeña en más de 150 países, realizó un informe crítico en septiembre de 2020 sobre los Términos y Condiciones de la aplicación argentina y las comunicaciones oficiales que realizó el gobierno para corroborar si cumplen con los estándares de derechos humanos y las recomendaciones de la ONG para este tipo de NTICs[30]. Sin embargo, la administración nacional siempre se preocupó por remarcar que los datos recabados son en función de estrictas necesidades de la pandemia (no datos innecesarios ni irrelevantes, asegurando el principio de razonabilidad), que se cumple la Ley de Protección de Datos Personales Nº 25.326[31] (principio de legalidad) y por último, generando un banco de las versiones de los Términos y Condiciones de la Aplicación Cuid.AR accesible a través de la Web (principio de transparencia).[32]

Para poder corroborar la veracidad de los datos del CUHC, la plataforma posee un código QR y un token de 3 dígitos. Este tipo de herramienta “es un sistema para almacenar información en una matriz de puntos o un código de barras bidimensional, que se pueden presentar en forma impresa o en pantalla y son interpretables por cualquier aparato que pueda captar imágenes y cuente con el software adecuado” (Huidobro, 2009:47-48). De esta manera, la autoridad policial tiene la facultad de solicitar el código QR a cualquier ciudadano para corroborar la fidelidad de los datos.

Si bien la información sobre el COVID-19 que se plasma en la app Cuidar es básica (ya que uno de sus principales objetivos es que el ciudadano tenga los permisos de circulación disponibles en su smartphone), la plataforma brinda la posibilidad de poder ingresar a través de enlaces a la web oficial del gobierno, en donde la información es mucho más amplia, tal como la posibilidad de ver estadísticas o bien, realizar consultas con un servicio de chatbot[33]. La combinación de estas herramientas técnicas permite dotar de interactividad al m-government y enriquecerlo con hipervínculos que brindan a disposición del ciudadano una información completa y actualizada sobre las medidas del gobierno argentino frente al COVID-19.

V - Conclusiones [arriba] 

La pandemia del COVID-19, por su particular estado de excepción y por la inflexible imposición de medidas extremas, ha sido un gran laboratorio de innovación social no sólo para el gobierno argentino sino para todos los Estados del mundo, una ocasión única para reconfigurar a gran escala las técnicas del cuerpo y las tecnologías del poder.

Esta nueva modalidad de comunicación que ha aplicado Argentina a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, le han permitido difundir sus medidas y disposiciones a su ciudadanía de una manera sin precedentes. En esta nueva era, tanto la información como así también las comunicaciones humanas, se tornan digitales: disminuidas a bits almacenados en dispositivos que se comunican instantáneamente a través de redes, que en su conjunto conforman la Red de redes denominado la World Wide Web.

En este contexto, la biopolítica se ha convertido en términos de Han en psicopolítica: ese poder sobre la vida que buscaba incrementar la productividad se ha modificado en un poder sobre la psique, en donde paradójicamente el control ya no se ejerce desde afuera, sino que se realiza desde adentro acompañado de un nuevo uso de las tecnologías, en las cuales el individuo se expone de manera voluntaria a través de sus smartphones.

Ahora bien, la estrategia biopolítica que implementó el Ejecutivo frente al avance del coronavirus se podría dividir en dos tipos que adoptaron (y aún adoptan) varios países del mundo. En primer lugar, el confinamiento para evitar la circulación del virus (aunque quienes no pueden circular son las personas). Vale la pena releer sobre la gestión de contra la lepra y la peste que analizó Foucault en Seguridad, Territorio, Población (2006) para ver que las medidas aplicadas en el mundo no han cambiado mucho desde entonces.

En cuanto a la segunda estrategia que puso en marcha el Ejecutivo fue el perfeccionamiento en el control a través del uso de dispositivos de bio-vigilancia, en donde la autodetección de los síntomas del virus, a través de los dispositivos móviles, se convierten en instrumentos de vigilancia por excelencia que permiten trazar los movimientos del cuerpo individual. A pesar de las críticas que puede señarse sobre esta estrategia de matriz orwelliana, lo cierto es que cualquier app que instalemos en nuestro celular tiene sistemas de rastreos, accesos a nuestras cámaras, audios e imágenes y ningún resguardo legal respecto a datos personales ni menos aún a la legislación argentina. Si es cierto que los smartphones son nuestras nuevas celdas, estas celdas no tienen ni remotamente al Estado como carcelero.

 

 

Notas [arriba] 

[1]El nombre científico asignado al nuevo coronavirus es SARS-CoV-2 y produce diversas infecciones respiratorias: desde un resfriado común hasta enfermedades graves tales como el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).
[2] Se alejaba al enfermo lo más lejos posible de la urbe y se lo llevaba a un espacio alternativo y extraño donde se concentraban todos los infectados. El tratamiento que se les otorgaba a los leprosos da lugar a una nueva visión de una ciudad clausurada que cierra sus fronteras ante el peligro devastador, en un intento por lograr la aspiración de la comunidad pura.
[3] Los enfermos no son expulsados como en el período de la lepra, sino que son controlados dentro de la ciudad a través del estado de cuarentena, donde el poder disciplinario establece un control riguroso. Es una ciudad inmóvil ante el peligro interior, que paraliza su ritmo cotidiano dando lugar a un tiempo y un espacio propios de la excepción, donde el poder se multiplica atrapando a los individuos dentro de un régimen normalizador.
[4] En el caso del tratamiento de la viruela, la preocupación se centra en la erradicación y prevención de la enfermedad mediante la inoculación, el control y la estadística poblacional. Se busca de esta manera investigar cuántas personas son víctimas de esta enfermedad, cuál es el índice de mortalidad de la enfermedad, qué riesgos se corre al inocularse con vacunas, cual es la probabilidad de que un individuo muera o se contagie la enfermedad a pesar de la inoculación, cuáles son los efectos estadísticos sobre la población, entre otras cuestiones.
[5] Durante la gestión de la viruela, no se restringía la libertad ni la movilidad espacial de los ciudadanos, sino que se ejercía mediante prácticas obligatorias de vacunación, asegurándose que siempre iba a haber un número suficiente de personas con los anticuerpos necesarios para no diseminar el virus. Las muertes de una minoría de personas eran aceptadas como algo normal siempre y cuando existiese la garantía de que hay un número de personas no vulnerables a la enfermedad que impiden su propagación a escala epidémica.
[6] Foucault nombra a este modelo como sociedad disciplinaria en su obra Vigilar y castigar (2009). Se trata de disciplinar los cuerpos para hacerlos productivos. No busca castigar y someter a suplicio a los cuerpos como se había hecho hasta el siglo XVIII sino sacar provecho de ellos, hacerlos a la vez sometidos, productivos y dóciles.
[7] Se observa además una biopolítica aplicada a la población de manera masiva, desarrollada en diversos controles reguladores sobre el cuerpo como por ejemplo se preocupa e interviene sobre aspectos demográficos (tasas de nacimiento, curvas de mortandad), higiénicos (enfermedades, campañas de vacunación, programas de salud pública), previsionales (la vejez, la jubilación) y urbanísticos (viviendas sociales, salubridad de los espacio.
[8] Desde su visión, la medicina es percibida como una estrategia de poder que se vincula con dispositivos de distinta índole que incluyen tensiones y luchas particulares en casos históricos específicos (Bianchi, 2014)
[9] La política de la salud es por lo tanto un saber-poder que tiene efectos a nivel disciplinario y regulador que generan efectos regularizadores por medio de la disciplina y viceversa. En este sentido, Foucault sostiene que “la autoridad médica es una autoridad social que puede tomar decisiones a nivel de una ciudad, un barrio, una institución, un reglamento” (1976:161).
[10] Han (2014:28) sostiene en este sentido que “la técnica de poder propia del neoliberalismo adquiere una forma sutil, flexible, inteligente, y escapa a toda visibilidad”, producto de las NTICs.
[11] El autor ejemplifica el éxito que han tenido los países asiáticos al usar las NTICs para enfrentar la pandemia del coronavirus. Sostiene que “para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten sólo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos” (2020:99).
[12] Ese cuerpo rígido, subyugado que Foucault analizó en períodos históricos anteriores que permitía un control disciplinario tal como lo concebía el famoso panóptico de Bentham, en la sociedad actual ya no posee tal rigidez, sino que en términos de Bauman se trata de un cuerpo líquido, maleable o incluso llega a convertirse en transparente a causa de la difusión de datos e información producidas por las NTICs.
[13] Siguiendo la misma línea de pensamiento, Maurizio Lazzarato denomina a este nuevo contexto de biopolítica como noopolítica, la cual hace alusión a las técnicas de regulación y modulación del cerebro. En este sentido, el autor afirma que: “La sociedad de control ejerce su poder gracias a las tecnologías de acción a distancia de la imagen, del sonido y de los datos, que funcionan como máquinas de modular, de cristalizar las ondas, las vibraciones electromagnéticas (radio, televisión) o de modular y cristalizar los paquetes de bits (las computadoras y las redes digitales)” (Lazzarato, 2006: 99). Siguiendo la teoría del italiano, Castro-Gómez señala al respecto que “las máquinas informáticas hacen una gestión sobre la vida, pero no es una gestión biopolítica, sino una gestión noopolítica, pues de lo que se trata aquí es de construir perfiles mayoritarios de subjetividad sobre los cuales empieza a funcionar el capitalismo de consumo.” (Castro-Gómez, 2009, 30)
[14] También hay quienes remarcan que el apotegma foucaultiano “hacer vivir y dejar morir” se transforma en este contexto en “vivir conectado o morir desconectado”. Tal es el caso de Maldonado Rivera, quien afirma: “Es importante enfatizar que lo que está en juego es un modelo de gestión de las poblaciones basado en el control de la vida de quienes tienen el privilegio de conectarse y quienes no, lo que permite elaborar una suerte de redefinición del apotegma «hacer vivir y dejar morir» que Foucault propuso para comprender las formas de gubernamentalidad biopolítica (2000). En el escenario tecnosocial un inusitado apotegma parece estar emergiendo, el cual puede ser enunciado como «vivir conectado o morir desconectado». Por tanto, en plena crisis pandémica no solo estamos al acecho mortuorio del covid-19. Una vasta población mundial, los pobres y racializados de siempre, son también víctimas de una necropolítica digital producto de la imposibilidad de conexión a los sistemas de interactividad que sostienen el funcionamiento de la sociedad red” (2020:43).
[15] Este concepto ha sido desarrollado por varios autores desde distintas perspectivas. En algunas ocasiones se pone énfasis en las tecnologías como un medio de interconexión que posee diferentes efectos cualitativos a los medios de relación tradicional entre gobernados y gobernantes. Tal es el caso de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -OCDE- (2001), que describe al gobierno electrónico como el uso de tecnologías basadas en Internet para actividades comerciales y no comerciales en el ámbito de las Administraciones Públicas. Otros autores realizan una definición del GE desde una perspectiva más integradora de las NTICs, en donde se alude a la adopción de las mismas por las administraciones públicas a través de distintas vías por las cuales se conectan e interactúan con otras organizaciones e individuos, fundamentalmente mediante sus páginas web, pero también mediante otras herramientas tecnológicas como videoconferencias, entre otros (Criado Grande et al., 2001). También se estudia al GE desde la perspectiva del ciudadano, la cual la conciben como una nueva forma de llevar a cabo los trámites, servicios y políticas públicas más simples para la sociedad ya que, debido a la alta demanda que requería realizar esos trámites a las dependencias públicas antes de la incorporación de las TICs, conllevaba una serie de factores que el ciudadano debía tener en cuenta: disponibilidad horaria, traslado hacia las dependencias públicas o largas filas para realizar trámites; cuestiones que fueron resueltas por el GE (Capanegra Vallé, 2002). Sea cual sea el enfoque desde el cual se analice al gobierno electrónico, la aplicación de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información en el Estado es un instrumento indispensable y vital para avanzar en el fortalecimiento institucional y la consolidación democrática.
[16] Como bien afirma Piana, es tan grande el avance tecnológico en las últimas décadas que “el mundo está inmerso en un cambio sin precedentes en las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (TIC), especialmente Internet. El nuevo rol de las TIC potencia la búsqueda, el almacenamiento y la utilización del nuevo valor económico y productivo, la información. El impacto de esta nueva tecnología ha sido tan significativo sobre el sistema productivo que hoy se habla de la Sociedad de la Información como una etapa superior de la era industrial”. (Piana, 2007:134)
[17] Un claro ejemplo de ello es la Conferencia Iberoamericana de Ministros de Administración Pública y Reforma del Estado del 2007, en donde se redacta la Carta Iberoamericana de GE que fue consensuada por 21 países (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal, República Dominicana, Uruguay, Venezuela) y determina las bases elementales para su implementación. En este sentido, señala que “la implantación del Gobierno Electrónico comporta el reconocimiento por parte de los Estados Iberoamericanos del derecho de los ciudadanos a relacionarse electrónicamente con sus Gobiernos y Administraciones Públicas. Lo que supone que las Administraciones estén interrelacionadas entre sí a fin de simplificar los procedimientos” (2007:10).
[18] Díaz y Gutiérrez señalan que “en esta situación tan excepcional y crítica como una pandemia el acceso a la información, al conocimiento, y a los datos compartidos se tornan de gran necesidad. En este sentido, los gobiernos se vuelcan a brindar información de las medidas llevadas a cabo y de las recomendaciones a través de los medios digitales, especialmente las redes sociales” (2020:2). Es por ello que el Poder Ejecutivo utilizó las cuatro redes sociales más populares para poder transmitir la información acerca de las medidas que fue tomando. Estas son Twitter, YouTube, Facebook e Instagram las cuales fueron utilizadas a través de la cuenta oficial del gobierno (@casarosada) como así también en las cuentas oficiales de cada Ministerio Nacional.
[19] El 3 de marzo se detectó el primer caso positivo de coronavirus en nuestro país a un hombre de 61 años que había estado de viaje por diferentes países de Europa.
[20] Para garantizar el cumplimiento del “Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio”, el Ministerio de Seguridad dispondrá controles permanentes en rutas, vías y espacios públicos, accesos y demás lugares estratégicos que determine. En caso de que las autoridades encuentren una infracción al cumplimiento de este aislamiento, se da actuación a la autoridad competente, en el marco de los artículos 205, 239 y concordantes del Código Penal.
[21] Entre ellas se pueden citar al Personal de Salud, Fuerzas de seguridad, Fuerzas Armadas, actividad migratoria, servicio meteorológico nacional, bomberos y control de tráfico aéreo; autoridades superiores de los gobiernos nacional, provinciales, municipales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires trabajadores y trabajadoras del sector público nacional, provincial, municipal y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, convocados para garantizar actividades esenciales requeridas por las respectivas autoridades; entre otros.
[22] boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/227116/20200324
[23] En la página web oficial del gobierno argentino, se considera que: “Dado que el esfuerzo de prevención de la pandemia y cuidado de la salud es integral e incluye el uso de TIC pues facilitan la detección y seguimiento de los casos de contagio, el gobierno promueve la instalación y uso de la app”.
[24] El equipo se complementó además con la colaboración de Arsat, la empresa de telecomunicaciones del Estado y los servicios de RedHat Argentina, Amazon Web Services, Thinkly y Biodyn SAS (Ventrici y otros, 2020).
[25] Según Avaro y otros (2020), esto se produce porque el gobierno, al no poder realizar la cantidad mínima de testeos para tener un diagnóstico real de la propagación del virus, descarga la responsabilidad al ciudadano de aportar datos sobre sus síntomas a través de una declaración jurada.
[26] Esto pudo lograrse a partir de un Convenio de colaboración y asistencia entre la Secretaría de Innovación Pública de la Jefatura De Gabinete de Ministros, el Ministerio DE Transporte y Nación Servicios S.A. que permitió vincular los datos (no personales) y luego aprobar un Protocolo para la suspensión temporal de las tarjetas del Sistema Único de Boleto Electrónico (S.U.B.E.), aprobado por Resolución 197/20 del Ministerio de Transporte. Ver http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/340000-344999/341989/norma.htm
[27]En simultáneo, la app informa al ciudadano cómo proceder en ese caso y a cuáles números telefónicos, según la jurisdicción en la que se encuentre.
[28] Certificado implementado por la Resolución 48/20 del Ministerio del Interior. Véase https://www.argentina.go b.ar/norm ativa/nacional/r esoluci%C3% B3n-48-2020-33594 0/texto. En su análisis, detectaron varias preocupaciones en materia de derechos humanos sobre la app Cuidar, especialmente para la privacidad y la protección de datos personales como los datos de salud, sumados a la falta de transparencia sobre cómo son almacenados estos datos y utilizados posteriormente por el gobierno.
[29] Cabe destacar al respecto que el 5 de mayo, la Subsecretaría de Gobierno Abierto y País Digital dispuso mediante Disposición 3/2020, la creación de la Base de Datos de la app Cuidar con el objetivo de contribuir al conocimiento de la situación epidemiológica nacional, optimizar las políticas sanitarias y potenciar la calidad operativa de esta aplicación. De esta manera, la implementación de esta Base de Datos, la cual recoge y almacena datos por medio de inteligencia artificial, se suma a los informes y testeos que los centros de salud reportan con los ciudadanos que acuden a ellos (Nicolau, 2020).
[30] https://amnistia.org.ar/w p-content/upl oads/delightful-do wnloads/2020/09/paper -app-cuidar-MOD IFICADO.pdf Amnistía Internacional encuentra polémico el punto 8 de los Términos y Condiciones de la app Cuidar, en la que faculta a la Secretaría de Innovación Pública de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación, responsable del desarrollo de Cuidar, a introducir todos los cambios y modificaciones que estime convenientes, lo cual supondría que la Secretaría tiene la facultad de agregar, alterar, sustituir o suprimir cualquier contenido de la app en todo momento. Sin embargo, como veremos en la próxima nota, en todo momento se previó la aplicación de la Ley de Protección de Datos Personales Nº 25.326.
[31] Así por ejemplo, la referida Disposición 3/20 de la Subsecretaría de Gobierno Abierto y País Digital, en los término del artículo 22 de la Ley de Protección de Datos Personales Nº 25.326, prevé la creación de la Base de Datos de la app Cuidar. http://servic ios.infoleg.gob .ar/infolegInterne t/anexos/335000-339999/337122/ norma.htm
[32] Véase http://servici os.infoleg.gob.ar/infolegInternet /anexos/335 000-339999/337 831/norma.htm
[33]Los chatbot o también conocido como bot conversacional, son herramientas muy utilizadas en la actualidad no sólo por los Estados sino también por grandes empresas para la solución de dudas. Estos dispositivos permiten tener una conversación simulada en línea entre una persona con alguien ficticio, en donde tiene preguntas y respuesta automáticas que alguien puede llegar a tener. De esta manera, los chatbot brindan la posibilidad de reunir toda la información de interés y permite evacuar múltiples dudas al ciudadano con tal sólo seleccionar el ítem y así evitar buscar lo que estaba buscando por toda la página.