JURÍDICO LATAM
Doctrina
Título:El concepto de trabajo decente y la transaccionalidad de la norma
Autor:Romualdi, Emilio
País:
Argentina
Publicación:Biblioteca IJ Editores - Argentina - Derecho del Trabajo
Fecha:05-07-2011 Cita:IJ-XLIV-861
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I.- Introducción
II.- Concepto y problemática
III.- Conclusiones

El concepto de trabajo decente y la transaccionalidad de la norma

 

                                                                  Por Emilio E. Romualdi

 

                                                       La paz está en el hombre o no está en ninguna parte.

 

J.B. Alberdi

 

I.- Introducción [arriba] 

 

El término trabajo decente puede generar, para quien lo aborda por primera vez, alguna confusión de tipo semántico. Ello dado que si tomamos el concepto a partir del objeto de la prestación del actor podría ser confundido con la distinción de un trabajo habilitado normativamente y a partir de allí distinguirlo con el trabajo ilícito -es decir cuyo objeto transgrede normas de moral y buenas costumbres no reglamentadas por leyes, ordenanzas municipales, reglamentaciones del Poder Ejecutivo nacional, provincial o municipal en ejercicio de su poder de policía- previsto en el art. 39 de nuestra ley de contrato de trabajo. Tampoco está más vinculado al problema del trabajo de objeto prohibido –art. 40 LCT- de nuestra ley de contrato de trabajo ya que este se vincula con la efectiva prestación de trabajo en condiciones vedadas por la normativa vigente.

 

Conforme se verá seguidamente, el concepto trabajo decente, como concepto desarrollado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se vincula con establecer cuales son las condiciones en las cuales debe ser efectivamente prestado el trabajo en la sociedad moderna.

 

La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de 1995 propuso un marco exhaustivo para potenciar el aporte del sistema de las Naciones Unidas a un modelo de crecimiento más equilibrado e inclusivo basado en la justicia social. Este marco estableció las bases de diversas Cumbres subsiguientes, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y del Programa de Trabajo Decente. Como expresó la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización y el relativo trabajo de la OIT y de las Comisiones Económicas Regionales, el modelo de globalización y el patrón de crecimiento que han emergido durante los últimos 30 años suscita una preocupación cada vez mayor. Aunque este modelo, sin duda ha estimulado el crecimiento económico mundial, también ha generado un aumento en la desigualdad de los ingresos y otras desigualdades dentro de los países, no ha logrado reducir los altos niveles de empleo informal generando un retraso de trabajo decente en relación con el incremento de la fuerza laboral, así como altos niveles persistentes de desempleo y subempleo juvenil en todas las regiones. Esto es lo que el Director General de la OIT en su informe a la Conferencia Internacional del Trabajo, llamó crecimiento “ineficiente” que se contrapone a una nueva era de justicia social.

 

El concepto trabajo decente resume las aspiraciones de las personas durante su vida laboral las que han evolucionado durante todo el sigo XX y se han proyectado al sigo XXI con una innegable fuerza a partir de que el sector de servicios se ha constituido en el mayor requirente de mano de obra. Consecuencia directa de esta situación es que se han incorporado como trabajadores asalariados sectores sociales que tradicionalmente pertenecían a la burguesía de clase media grupo tales como ocurre con los profesionales egresados de la formación universitaria o de tecnicaturas terciarias dentro de los cuales los jóvenes y en particular los profesionales tienen dificultades de inserción.

 

Por otro lado, las mujeres han pasado a tener una decisiva participación en el mercado laboral dejando de ser marginales en términos numéricos lo que no se refleja en todos los casos que ese crecimientos e refleje en tareas de decisión.

 

El mercado laboral moderno es mucho más amplio que el tradicional del sigo XX reducido a los trabajadores industriales y agrarios y ello genera nuevos desafíos ya que la mayor amplitud genera mayores tensiones entre los sectores demandantes y proveedores de mano de obra que han generado una necesaria reformulación del mercado laboral y las normas que lo regulan. Las recientes expresiones de los denominados “indignados” en la Plaza del Sol de Madrid son una expresión de esta nueva realidad. Hoy la expectativa del trabajador es mucho más amplia, en cuanto a su realización personal, que las que tenía durante gran parte del siglo XX. Sin embargo, muchos de los males tradicionales continúan presentes en la sociedad moderna. Ello ha generado la necesidad de establecer adecuadas soluciones para eata problemática que la OIT ha encuadrado en el término que estudiamos en este breve trabajo.

 

Así podría decirse que los temas centrales del denominado “trabajo decente” son:

 

- Creación de empleos

 

- Globalización justa

 

- Derechos en el trabajo

 

- Diálogo social

 

- Protección social

 

- Superar la pobreza mediante el trabajo

 

- Discriminación

 

Con estos temas se relacionan otros aspectos que deben ser considerados:

 

- Condiciones de trabajo

 

- Inspección del trabajo

 

- Migración laboral

 

- Salud y seguridad en trabajo

 

- Seguridad social

 

- VIH/SIDA

 

Efectuado entonces este planteo preliminar veamos el concepto y algunos aspectos vinculados a su problemática

 


II.- Concepto y problemática [arriba] 

 

El concepto trabajo decente implica para el trabajador moderno oportunidades de trabajo productivo y con un ingreso justo, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias, mejores perspectivas para el desarrollo personal y la integración social, libertad de expresar opiniones, organizarse y participar en la toma de decisiones e igualdad de trato para todas las mujeres y hombres.

 

En todo el mundo las personas enfrentan déficit, brechas y exclusiones como consecuencia del desempleo y subempleo, de trabajos de poca calidad e improductivos, de trabajo peligroso e ingresos inseguros, de derechos negados, desigualdad de género, de la explotación en el caso de trabajadores migrantes, de falta de representación y voz, protección y solidaridad inadecuadas para enfrentar enfermedades, discapacidad o vejez.

 

Conforme surge de las estadísticas de la OIT hay cerca de 200 millones de desempleados, más que nunca antes en la historia. La mitad de los trabajadores del mundo viven con menos de dos dólares al día. De los desempleados, la OIT estima que 86 millones, cerca de la mitad del total, son jóvenes entre 15 y 24 años. Uno de cada siete niños en el mundo continúa involucrado con algún tipo de trabajo infantil. Accidentes y enfermedades en el trabajo causan dos millones de muertes al año, un promedio de 6.000 al día sólo por citar algunos ejemplos.

 

De este modo, más que nunca antes es necesario colocar el empleo en el centro de las políticas económicas y sociales. Incluso entre aquellos que trabajan, la persistencia de la pobreza plantea la necesidad de contar con empleos que sean productivos y dignos. La lentitud con la cual se genera trabajo decente en el mundo hace necesaria una mayor coordinación de las políticas macroeconómicas, así como políticas activas del mercado de trabajo al nivel de cada país.

 

En este sentido Stiglitz[1] ha dicho que “las políticas adoptadas frente a la crisis financiera mundial que estalló en 2008 promueven casi exclusivamente los intereses nacionales. El proteccionismo y los planes nacionales de salvamento de bancos y de reactivación económica están distorsionando la competencia en detrimento de los países en desarrollo, de la protección social y de la meta de una recuperación rápida. Y tal vez haya una destrucción de empleos excepcional. El autor aboga por que se adopte un plan mundial de reactivación económica. Defiende también una reconsideración de las ideas y reglamentaciones económicas y de la asistencia al mundo en desarrollo, una actitud menos exigente del Fondo Monetario Internacional y el apoyo a la protección social para que actúe como estabilizador. La cuestión más descollante de la actualidad es, sin lugar a dudas, la crisis económica mundial. Comenzaremos el artículo refiriéndonos a algunos aspectos muy generales de la misma para pasar después a otros más concretos como el trabajo decente y la protección social. La crisis está afectando a todas las naciones del mundo, incluidos los países en desarrollo. Durante cierto tiempo se creyó en el mito de que la crisis surgida en los Estados Unidos quedaría circunscrita a este país, por lo que no llegaría ni a Europa ni a los países en desarrollo. Ya es indudable que no es así. La globalización ha unido a toda la economía mundial y no puede darse un desplome del país más rico del mundo sin que tenga repercusiones en todos los demás”.

 

Uno de los sectores donde más impacta el problema de la crisis es sin dudas en el trabajo de las mujeres. En la edición más reciente de Tendencias mundiales del empleo de las mujeres, publicado el Día Internacional de la Mujer en el año 2009, figura un análisis de los datos iniciales recabados. Las previsiones apuntan a un aumento del número de desempleadas cifrado en 22 millones para el final del ejercicio. En general, los hombres y las mujeres se han visto afectados de manera diferente desde el mismo inicio de la recesión económica, como resultado de la distinta situación en el empleo de unos y otras antes de la crisis. Las situaciones débiles en el mercado laboral se ven exacerbadas por las crisis. Eso puede observarse en esta primera etapa: en las economías desarrolladas hay más hombres que mujeres que pierden su puesto de trabajo. Tal circunstancia se debe al hecho de que, en los sectores en los que se producen las mayores pérdidas de empleos actualmente, como los de la manufacturación y la construcción, prevalece la mano de obra masculina. Sin embargo, se prevé que esta "punta del iceberg" se vea superada por las pérdidas de puestos de trabajo de mujeres a medida que se produzca la siguiente oleada de quiebras, cierres y recortes.

 

Por ejemplo, las tasas de desempleo de las mujeres siguen siendo superiores en comparación con las de los varones: en 2008, las tasas mundiales de desempleo se situaron en un 6,3% en el caso de las mujeres, frente al 5,9% de los hombres y, en 2009, se estima que la tasa femenina ascenderá al 7,4%, por encima del 7% de los varones. Por otro lado, las mujeres siguen padeciendo múltiples desventajas en lo que se refiere al acceso a los mercados de trabajo. Su presencia es mayor en la economía informal, en el empleo vulnerable, y en los trabajos a tiempo parcial, y como promedio, su remuneración sigue siendo inferior a la de los hombres por trabajos del mismo valor.

 

Así, conforme lo sostiene la OIT, la crisis mundial del trabajo es uno de los mayores riesgos que enfrentamos en la actualidad. Si decidimos continuar por este camino, el mundo corre el riesgo de ser cada vez más fragmentado, proteccionista y conflictivo. Una escasez prolongada de oportunidades de trabajo decente, inversiones insuficientes y bajo consumo causan una erosión del contrato social que caracteriza a las sociedades democráticas, según el cual todos debemos compartir el progreso.

 

Las experiencias en muchos países sugieren que los riesgos de desórdenes son mayores donde la necesidad de oportunidades de trabajo decente es ignorada. Y que la superación de las crisis es más veloz donde las comunidades pueden trabajar juntas para la reconstrucción.

 

Juan Somavia, Director General de la OIT, declaró que la igualdad de género debe constituir un principio esencial en toda respuesta sobre políticas, ya que los efectos de la crisis económica y financiera trascienden el ámbito de las mujeres como trabajadoras, y repercuten en la estabilidad general de la sociedad, considerando los diversos papeles que desempeñan éstas.

 

Otro de los sectores afectados es el de los jóvenes conforme quedara expresado en las recientes expresiones de descontento acontecidas en Europa donde los sectores que reclamaban eran universitarios recientemente egresados en busca de su primer trabajo. En tal sentido ha afirmado Juan Somavia que" es necesario un mayor esfuerzo para mejorar la productividad, los ingresos y las condiciones de trabajo para reducir la pobreza que afecta cerca de la mitad de todos los trabajadores del mundo. Vivimos un momento de oportunidad e incertidumbre en el cual muchas de las barreras que impedían a las mujeres y hombres desarrollar por completo sus capacidades están derrumbándose, pero en el cual los buenos trabajos que proveen las bases de la seguridad sobre las cuales construir sus vidas son cada vez más difíciles de encontrar".

 

En Argentina la informalidad es uno de los males endémicos que afectan el trabajo decente además de los dos antes mencionados.

 

También el problema de un esquema de representación sindical que no responde cabalmente a las directrices de la OIT.

 

Finalmente el proceso de globalización a esta altura indetenible hace que debamos considerar los planes elaborados en el orden internacional y que el mercado laboral cada vez se internacionaliza más y las distorsiones que las conductas desviadas producen afectan no sólo el mercado laboral nacional sino que trasciende a l región y la mundo.

 

En definitiva, el trabajo decente es una parte importante de la agenda de la OIT que debe ser objeto de estudio local e internacional a fin de alcanzar la paz mundial. Esta, sin la debida realización de los sujetos que componen el “pueblo mundo” del que hablaba Alberdi[2] , no podrá ser alcanzada ya que sólo es tal la alcanzada por el consenso de los hombres y no por la disuasión de las armas que sólo produce el efecto placebo de una paz aparente.

 


III.- Conclusiones [arriba] 

 

Destaco en primer término que simplemente he abordado una simple aproximación del problema del trabajo decente.

 

La solución al mismo sólo puede provenir de una participación activa de los actores sociales y políticos. Ello en vista que el objetivo principal del diálogo social es promover el consenso y la participación democrática de los principales interlocutores del mundo del trabajo. Cuando las estructuras y los procesos del diálogo social son exitosos, tienen el potencial de resolver importantes temas económicos y sociales, promover una buena gestión de gobierno, avanzar en la paz y estabilidad social e industrial, y estimular el progreso económico

 

Cómo podemos determinar un modelo de crecimiento “eficiente” que distribuya beneficios y oportunidades de manera equilibrada y conduce hacia una globalización más justa, ecológica y sostenible?

 

Ciertamente a través del compromiso y la participación de sus mandantes tripartitos, la OIT desempeña un papel fundamental en la integración del Programa de Trabajo Decente a las estrategias para la reducción de la pobreza y una globalización justa e incluyente. Como bien se sostiene desde el organismo internacional el trabajo decente requiere de la integración de los objetivos económicos y sociales y de una combinación de medidas bien coordinadas que converjan en cuatro objetivos estratégicos: derechos laborales, empleo, protección social y diálogo social.

 

Este enfoque integrado, según la OIT, se ha demostrado relevante para una amplia agenda política, que abarca desde la dimensión social de la globalización a las estrategias de la reducción de la pobreza.

 

Crecimiento, inversiones y desarrollo empresarial son claramente necesarios. La promoción de un ambiente favorable y competitivo para la iniciativa privada, que abarca desde la ayuda a las personas a organizarse para salir de manera progresiva de la economía informal hasta la mejor manera de coordinar los intereses nacionales con las inversiones extranjeras, es clave para el futuro del trabajo.

 

Ahora bien cabe la pregunta: ¿Cómo se traduce el programa de trabajo decente en acciones prácticas a nivel nacional?

 

A través de programas nacionales de trabajo decente que definan definen las prioridades y las metas dentro del marco de desarrollo nacional.

 

Ciertamente estos planes requieren del apoyo de la OIT a los países miembros para alcanzar sus objetivos. En este marco, la colaboración del organismo internacional se da dentro de estrategias de duración determinada y con recursos, llamados programas de trabajo decente por país (PTDP). El núcleo de los programas de trabajo decente varía de país en país, reflejando las diversas necesidades nacionales, recursos, prioridades y condiciones. A modo informativo el Programa Piloto de Trabajo Decente fue iniciado el 2000 como una manera de promover y aplicar el concepto de trabajo decente en países miembros de la OIT. Ocho países se incoporaron a la etapa piloto: Bahrain, Bangladesh, Dinamarca, Filipinas, Ghana, Kasajstán, Marruecos, y Panamá. Las lecciones aprendidas han comenzado a ser aplicadas en países que han creado sus propios programas a partir de 2005, como Argentina.

 

En un período de tiempo relativamente breve (11 años), se ha generado un consenso internacional en torno a este concepto basado en el convencimiento que el empleo productivo y el trabajo decente son elementos clave para alcanzar la reducción de la pobreza. Se han expresado a favor del Programa de Trabajo Decente el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, así como también jefes de Estado y de Gobierno africanos, la Comisión Económica para África, la cumbre presidencial de la Organización de Estados Americanos e interlocutores sociales tripartitos en América Latina, el Banco para el Desarrollo de Asia y la Comisión Europea.

 

Lo trascendental es crear un esquema normativa que sea eficaz y permita un equilibrado desarrollo de las partes en pugna. Toda norma es el resultado de la pugna de los sectores de una actividad determinada. De allí que par que la misma sea reconocida como válida por los actores sociales se requiere de una participación de todos ellos en el marco de un proceso democrático donde el legislador asuma el moderno rol de moderador de intereses y conciliador de las propuestas de las partes quedando de este modo a su prudente discrecionalidad la solución de aquellos aspectos en los cuales la transacción de intereses no ha sido posible. Ello dado que a mayor transaccionalidad mayor eficacia de la norma y por tanto mayor eficiencia del sistema. Es cierto que “la palabra transacción es desagradable pero es importante que aprendamos a usarla correctamente. Las instituciones son, inevitablemente, el resultado de una transacción con las circunstancias, intereses, etc., si bien como personas podemos resistirnos a influencias de es tipo”[3].

 

Como sostiene Popper “es más fácil llegar a un acuerdo razonable acerca de los males existentes y de los medios para combatirlos, que con respecto al bien ideal y a los medios para materializarlo, entonces mayor será nuestra esperanza de que mediante el uso del método gradual se supere la dificultad práctica más seria de toda reforma política razonable, a saber el empleo de la razón en lugar de la pasión y la violencia en la ejecución del programa social. Siempre existirá la posibilidad de llegar a una transacción razonable de las partes y, por consiguiente, de alcanzar las mejoras mediante métodos democráticos”[4].

 

De este modo, la norma transaccional propia de las democracias modernas y evolucionadas, que reemplazan a las soluciones unilaterales e imperativas propias de expresiones autoritarias del pasado aún en marcos de aparente democracia, será una herramienta útil en pos de lograr un trabajo decente para sino la totalidad -que es el desiderátum- para la mayor parte de los trabajadores.

 

 

 

 

 


[1] STIGLITZ, Joseph Crisis mundial, protección social y empleo Revista Internacional del Trabajo, vol. 128 (2009), núm. 1-2, 2009

[2] Alberdi, Juan Bautista El Crimen de la Guerra - Segunda edición -, Sopena Argentina S.A., Buenos Aires, 1957, pág. 72

[3]Popper, Karl La ciudad abierta y sus enemigos Tomo I, Hyspamérica Ediciones Argentina S.A por Ediciones Orbis, Buenos Aires, 1985, pág. 159

[4] Popper, Karl ob cit, pág. 159