JURÍDICO LATAM
Doctrina
Título:El aborto después de 40 años de legalización. Experiencia francesa de un cambio de sociedad
Autor:Barbat du Closel, Ségoléne
País:
Argentina
Publicación:Revista Interdisciplinaria de Familia - Número 9 - Julio 2018
Fecha:03-08-2018 Cita:IJ-DXXXVII-386
Índice Voces Relacionados Videos
La solución cuando falló la anticoncepción
El Estado francés reacciona
Libertad… ¿o presión?
Sufrimiento
Más cifras y más consecuencias
Impacto en los jóvenes hoy
Impacto en los varones
El peligro de la creciente banalización
¿Y la propuesta de ley argentina…?
Para Argentina: elegir qué sociedad queremos construir
Notas

El aborto después de 40 años de legalización

Experiencia francesa de un cambio de sociedad

Ségoléne Barbat du Closel[1]

La finalidad de estas líneas es favorecer una mirada diferente sobre el debate en torno de la legalización del aborto en Argentina, a partir de experiencias personales y del caso francés. Espero que sirvan para pensar con especial delicadeza esta cuestión.

La despenalización del aborto se votó en Francia en diciembre del 1974. La ley se promulgó el 17 de enero del 1975.[2] El legislador francés tenía claro el sentido de la palabra “des-penalizar” toda vez que en 1920[3], la ley había reconocido al aborto la categoría judicial penal de “crimen”. Sin embargo, por distintos motivos, se eliminó la pena para una acción a lo que, no obstante, se continúa reconociendo como un atentado contra una vida humana.

La ley de 1975 suspende de modo provisorio las disposiciones penales previstas para el aborto; se establecen recaudos, para disuadir de realizar un aborto: el plazo es de 10 semanas de embarazo y 12 de amenorrea; una charla previa obligatoria con un médico, en la cual se establece un tiempo de reflexión de una semana por parte de la mujer, quien si finalmente decide interrumpir el embarazo, debe prestar su consentimiento por escrito.

Entre los motivos esgrimidos para querer llevar a cabo un aborto, se citaba la “angustia” de la mujer (“détresse” en francés). La ley se aprobó solo por 5 años, dejando abierta la puerta para que en 1979 se decidiera cómo seguir. La norma les permitía a los médicos invocar su objeción de conciencia para no practicar el aborto, al tiempo que el Estado no asumiría su parte del gasto del procedimiento, previendo los supuestos en los que el motivo no fuera médico.

En la Asamblea nacional francesa, Simone Veil, autora del proyecto de ley, y entonces ministra de Salud durante la Presidencia de Valery Giscard d ‘Estaing, se expresó en estos términos el 26 de noviembre 1974: “Hablo con toda la fuerza de mi propia convicción: el aborto debe ser una excepción, el último recurso para situaciones sin salidas. Pero ¿cómo tolerarlo sin que por eso pierda su carácter de excepción, sin que parezca que la sociedad lo apoya? Querría compartirles una convicción, en cuanto mujer: ninguna mujer acude con ganas al aborto. Basta con escucharlas a ellas”.[4]

La fuerza de las palabras de Simone Veil se potencian aún más en virtud de su historia personal: la misma mujer que impulsó el proyecto de ley tiene la increíble característica de ser sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz, donde llegó a los 16 años y donde murieron su padre, su madre y uno de sus hermanos.[5] Dejó en claro que el aborto es siempre una tragedia. A la vez, empieza una confusión de las posturas y un forcejeo dialéctico: Simone Veil reconoce el drama, pero pide el aborto legal.

¿Qué ocurrió en 1979, al terminar el plazo de 5 años? La ley se aprueba en forma definitiva y comienza un lento proceso de toma de conciencia: el acto de abortar había empezado a banalizarse. Algunos sociólogos empezaron a sostener la hipótesis de que la sociedad estaba cambiando, lo que propició que desde entonces se comenzara a prestar mayor atención a cifras y encuestas referidas al tema, al análisis de los motivos que llevan a abortar, sus consecuencias en la sociedad, en los jóvenes, en las mujeres, en las parejas, en los varones.

En este artículo, quiero poner en evidencia las consecuencias del aborto, algunas de ellas insospechadas en toda la sociedad y en grupos concretos claramente identificados. Hoy, después de 43 años de esta primera ley, podemos reflexionar juntos a partir de esa experiencia.

La solución cuando falló la anticoncepción [arriba] 

En 1975, se pensaba en Francia que el número de abortos iba a disminuir en virtud del desarrollo de la toma de anticonceptivos, que se había legalizado en el 1967.[6] El fenómeno esperado no se produjo: el número de aborto quedó estable desde entonces: 210.000 por año, sobre 800.000 nacimientos anuales[7], con el agregado de un dato sorprendente: Francia posee una de las tasas más altas del mundo de toma de anticonceptivos, pero con una tasa de abortos que no baja.

Un estudio llevado a cabo en el año 2011 por un organismo estatal de salud y estadísticas revela que el 72% de las mujeres que abortaron en 2010 estaban tomando un anticonceptivo cuando empezó el embarazo. Este dato paradójico revela un cambio sociológico: el aborto comenzó a utilizarse como “anticoncepción de segunda mano”.

Una consecuencia social de este proceso fue que desapareció de la cultura francesa el “bebé sorpresa”, haciéndose habitual que en el caso de un embarazo no previsto, la opción generalizada sea la de poner fin al proceso del embarazo. Se tomó entonces conciencia de que, a pesar de las promesas de la ciencia, el control absoluto de la fecundidad es una ilusión. Y para llegar al control, no quedan otras que soluciones radicales. Así, la lógica del control terminó por banalizar el acto de abortar, y el desarrollo de los anticonceptivos no solo no disminuyó el número de abortos, sino que agilizó su práctica.

El Estado francés reacciona [arriba] 

Frente a esta situación, ¿cómo reaccionó el Estado? El modo de entender la libertad de las mujeres se tradujo en que se entendiera que la elección de poner fin a la vida intrauterina era “un tema de ellas”, en el que no se podía intervenir sin poner en peligro esta libertad. Sin embargo, esta idea se comenzó a repensar cuando se publicó una estadística sobre las adolescentes que alarmó al Ministerio de Salud: entre 2002 y 2006, el aborto de las menores de edad de 15 a 17 años había crecido un 25%.

Ante esta situación, en el año 2010, el gobierno encargó a un prestigioso ginecólogo, el Dr. Israel Nisand, del hospital universitario de Estrasburgo y defensor del derecho al aborto, un informe oficial sobre el embarazo de las menores. Después de un estudio de muchos meses y un trabajo con profesionales de la educación y de la salud, el Dr. Nisand afirmó que: “Terminar su primera historia de amor con un aborto es un camino iniciático desolador y potencialmente traumático”.[8] Personalidades de la política, tanto de derecha como de izquierda, sin cuestionar el derecho al aborto, comenzaron a expresar su preocupación. Ségolène Royal, entonces ex ministra de Educación y ex Ministra de Familia sostuvo que: “El desamparo y el drama humano que representa el aborto en chicas jóvenes merecen una acción valiente. Es una cuestión de salud pública y de justicia social”.[9]

Libertad… ¿o presión? [arriba] 

Esas tomas de conciencia acerca del impacto del aborto en la juventud brindan la ocasión de interrogarse por todas las mujeres: ¿cómo viven el aborto? ¿Por qué motivos deciden recurrir a esta práctica? En los años durante los cuales trabajé en Francia en estos temas, del 2009 al 2015, tanto en el Estado como ONG se hizo foco en estudiar el fenómeno para entender lo que estaba pasando, analizarlo y explicarlo.

Se llevaron a cabo encuestas e investigaciones -tanto públicas como privadas- tendientes a escuchar a las mismas mujeres. “Presión” es la palabra que más resuena en respuesta a la pregunta de por qué abortan. Presión del compañero o marido. “Me dijo que eligiera entre el embarazo y él”, es un comentario que se escucha de muchas mujeres hablando de su compañero de vida cuando se entera del embarazo. Los servicios de escucha de Alliance VITA[10] donde trabajaba entonces, lo confirman. Un buen número de ellas cuentan como después de abortar, en esa situación, la presencia del otro les resultó insoportable, y se terminaron separando. A fin de cuentas, perdieron a su bebé y a su pareja. “Presión” del jefe en el trabajo y el consecuente temor a perder su empleo. “Presión” de los padres, que piensan que su hija, adolescente o incluso adulta, por distintos motivos, no está lista para tener ese hijo.

Sufrimiento [arriba] 

La sensación que queda de estas experiencias es que, en muchos casos, el resultado que las mujeres experimentaron fue un enorme sufrimiento. Un sufrimiento sutil, con entradas paradójicas. Se sufre la pérdida de un ser que saben depende de ellas y hubiera llegado a ser su bebé. En algunos casos, sufren el alejamiento de su pareja. Sufrimiento también por una tensión interior: si costó tanto obtener la ley del aborto, que es ahora un derecho, si tantas mujeres angustiadas acudieron a abortar ¿qué derecho tiene una a sufrir y a expresar el sufrimiento? De esta manera, la palabra y la expresión del dolor psíquico quedan adentro, y la interrupción del embarazo se vuelve un tema tabú.

Sin embargo, poco a poco, se fueron conformando redes de mujeres que abortaron o que tienen parientes que lo hicieron, y paulatinamente surgieron lugares o medios de atención de esos sufrimientos donde las mujeres y las parejas están recibiendo un acompañamiento específico. “Liberar la palabra” y poder hablar del tema, fuera de un contexto de presión. Así también, se desarrollaron testimonios sobre la vivencia del aborto. Una frase habitual de esos testimonios es: “Nadie me había dicho como era una aborto…”.

Andando el tiempo y sobre base de estas vivencias, cada vez más profesionales de la salud fueron reconociendo esa realidad del sufrimiento. En un congreso sobre el aborto en Paris, el 7 de marzo 2011, la Dra. Sophie Marinopoulos, psicóloga y psicoanalista, comprometida a favor del aborto, pidió que se tome en cuenta el dolor psíquico de las mujeres que vivieron un aborto. En una entrevista al periódico La Vie, acerca del sufrimiento post aborto, dijo: «Ese dolor no se ve, no se oye, no es racional. Sin embargo, se expresa. Se somatiza, se nota en el comportamiento, en el modo de relacionarse, se ve en los dolores de panza, de cabeza, en lágrimas, o en una cierta irritabilidad. Las mujeres que sufren, a veces incluso mucho tiempo después del aborto, están tristes y se arrinconan. Es muy importante no banalizar esos síntomas, sino poner palabras a esos males».

Más cifras y más consecuencias [arriba] 

Unas encuestas y sondeos de opinión echaron nueva luz sobre esa realidad: en 2010, más de 1000 mujeres respondieron a una encuesta IFOP[11] sobre el aborto. 85% de ellas se declaran a favor, y sin embargo, unas preguntas más adelante, 61% de ellas piensan que: “hay demasiados abortos en nuestro país”, y 83% de ellas expresan que: “el aborto deja huellas psicológicas difíciles de vivir para las mujeres”. Un 60% opina que “la sociedad tendría que ayudar a las mujeres a evitar el aborto”.

Los distintos métodos para abortar que surgieron en las últimas décadas fueron dejando sus huellas también en las mujeres. El aborto por ingestión de medicamento, una primera pastilla que termina con la vida del feto, y una segunda que lo expulsa, pareció menos traumático que el aborto por cirugía. En efecto, ya casi nadie piensa hoy que abortar es “como quitarse una muela”, como lo escribía Simone de Beauvoir en el 1947.[12] Sin embargo, quienes lo vivieron y que se atreven a hablar emplean palabras de una fuerza inusual: “Cuando tomé la segunda pastilla y expulsé al feto, sentí que me vaciaba de mí misma”. También, escuché el relato de una mujer que vivió todo el proceso de expulsión en su baño, mientras su pareja comía pizza mirando televisión en el cuarto.

El Misoprostol, la pastilla abortiva que páginas web argentinas recomiendan para “un aborto seguro”, ha sido retirada del mercado en Francia a partir del 1 de marzo 2018 por el mismo laboratorio que lo fabrica en Europa, el motivo fue los severos daños que puede producir (ruptura uterina, hemorragias). La conciencia de esta situación llevó a que una mujer comente a los servicios de escucha de SOS bebé[13]: “Si se me ocurre abortar por tercera vez, quiero que sea quirúrgico. No quiero ni ver ni sentir nada”.

Impacto en los jóvenes hoy [arriba] 

Otra voz está surgiendo en Francia. En los últimos años, de parte de jóvenes de ambos sexos, se ha comenzado a propagar un sentimiento de ser “sobrevivientes” en una sociedad donde, desde hace 43 años, una de cada cinco personas por nacer ha sido abortada: 800.000 nacimientos y 200.000 abortos anuales. Aunque pueda sonar duro, quiero decir que desde 1975 están faltando 8.400.000 franceses, son aquellas personas que no llegaron a nacer. De esas cifras se deduce también que de cada diez mujeres, cuatro van a pasar por al menos un aborto durante su vida fecunda. Si, el“40% de las mujeres”.[14]

Además, existen muchas más consecuencias. Una muy delicada es la huella que deja en los hermanos de los que no nacieron, y su relación dañada con sus padres. Los “sobrevivientes” son los que escaparon del aborto, aunque algunos de ellos lo vieron pasar muy cerca. “Si mis padres abortaron una vez, también pudiera haber sido de mí…”. El daño psicológico es más fuerte todavía en los que escaparon de un aborto planificado y que, por algún motivo no se produjo. El “síndrome del sobreviviente” está así bien definido y cuenta las siete características: culpabilidad por existir, angustia por existir, afectividad ansiosa, desconfianza de los demás, falta de autoestima, culpabilidad ontológica y el conflicto interno suscitado por saber la verdad acerca del aborto de un hermano.[15]

Impacto en los varones [arriba] 

A partir del trabajo que, entre los años 2008 a 2014, llevé a cabo en una fundación que escucha a las personas sobre sus sufrimientos acerca del inicio de la vida, puedo añadir que el aborto tiene consecuencias en las parejas y que no facilita la relación hombre-mujer. Para el hombre, parece a veces una solución fácil ante un embarazo no previsto. La vida que empezó en el vientre de su compañera es percibida como algo abstracto, como una mera idea.

Muy distinto es en la mujer a quien le toca vivirlo en su propio cuerpo. Esa distancia puede dar lugar a la incomprensión mutua y las consecuentes disputas. Pero también, en la medida en que la decisión del aborto pertenece a la mujer, algunos hombres testimonian que se sienten desposeídos de la decisión, de la criatura y de su paternidad. La realidad que se me hizo visible a partir de la experiencia del escuchar y acompañar, es que las parejas se encuentran muchas veces fragilizadas por la realidad del aborto cuando ocurre, pero incluso por la posibilidad del mismo, que funciona como un freno a las parejas que quieren proyectarse y consolidarse. “Parece loco, pero en 5 años de vida común, nunca hemos hablado de un posible embarazo y de un hijo. La anticoncepción parecía tan segura…”.[16]

El peligro de la creciente banalización [arriba] 

La primera ley del aborto en Francia tuvo como consecuencia social banalizar el acto de abortar. Pero posteriormente se aprobaron más leyes que configuran una dolorosa paradoja en el país: por un lado, la toma de conciencia de las trágicas consecuencias personales y sociales del aborto que variados grupos sociales están padeciendo; por otro, una “huida hacia adelante” de leyes que equiparan cada vez más la interrupción voluntaria del embarazo a un derecho subjetivo absoluto.

Una ley del 2016 canceló el plazo obligatorio de una semana para tomar la decisión de abortar, y autorizó a las parteras a practicar el aborto con toma de medicación. En 2014, una ley había suprimido la noción de “angustia” para acudir al aborto, justificándose con el argumento de considerar la interrupción de la vida intrauterina es fruto de una decisión de la mujer. Se nota aquí una contradicción interna en el país cada vez más fuerte.

¿Y la propuesta de ley argentina…? [arriba] 

El proyecto de ley de despenalización del aborto en Argentina no parece haber tomado en cuenta procesos complejos como los vividos en Francia, haciendo caso omiso a realidades complejas e íntimas.

¿Se puede hoy pedir esta legalización basándose en un problemático “derecho a decidir”, cuando más de 40 años de experiencia en otros países refleja que las mujeres, en vez de libertad, en muchos casos sienten más bien presión de parte de sus círculos próximos?

Muchas de las más difíciles cuestiones que plantea el aborto no están siendo contempladas en el debate público: ¿cómo autorizar a adolescentes de 13 a 16 años a abortar sin autorización parental, cuando incluso los profesionales de la salud que se han manifestado a favor del aborto son conscientes del trauma que puede producir empezar su vida afectiva con una decisión de esta naturaleza?

Sin embargo, la mayor falsedad de esta propuesta de ley proviene de una supuesta sensibilidad que se expresa respecto de las mujeres que vienen en lugares vulnerables, las que así “tendrán acceso seguro al aborto”. Mi experiencia trabajando en un barrio pobre del Gran Buenos Aires durante todo el año 2017 es exactamente la contraria: son mujeres que no piensan en abortar ante la primera dificultad económica, sino que necesitan que los ciudadanos y los políticos de su país se interesan por su vida, conozcan su situación a veces dramática, que consideren y actúen sobre las causas que dificultan el ser madres. Legal o no, el aborto es siempre es sufrimiento, nunca solución.

Para Argentina: elegir qué sociedad queremos construir [arriba] 

Con este tema en la agenda pública, Argentina enfrenta unos de sus mayores desafíos, que es antropológico y cultural: ¿sabrá escuchar el deseo de salir delante de los 7 millones de mujeres en situación de pobreza? ¿Sabrá seguir con la acogida incondicional del otro, que a veces toma el rostro del niño no planeado? ¿Sabrá Argentina discernir y rechazar las influencias culturales externas que le hacen daño? ¿Sabrá ofrecer a sus niñas y adolescentes un horizonte diferente del que quebró la vida de tantas mujeres en otros lugares? El país, como las personas, siempre tiene la posibilidad de aprovechar las experiencias de otros al momento de tomar sus propias decisiones.

Quizás Argentina pueda enviar al mundo un gesto de sana rebeldía respecto a corrientes internacionales que buscan imponer unas normas contrarias a la acogida del otro. La experiencia de Europa nos muestra cómo algunas leyes dañan, entristecen a la sociedad, parte por parte. Argentina tiene hoy la oportunidad de ser un faro que envíe al mundo la luz de un gesto de compromiso hacia el más frágil de la sociedad.

 

 

Notas [arriba] 

[1] Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Salvador. Doctoranda en Ciencias Sociales.
[2] Loi N° 75-17 du 17 janvier 1975. https://www.legifran ce.gouv.fr/ affichTex te.do?cidT exte=JORFT EXT00000 0700230
[3] Ley que reprima la provocación a abortar, JO del 1 de agosto 1920, votada el 31 de julio 1920.
[4] Se puede ver el video en: Institut National Audiovisuel, http://www.ina.fr/video/I07169806/.
[5] https://m ujeresqueha cenla histori a.blogspo t.com.ar /2009/11/si glo-xx-s imo ne-veil.h tml.
[6] www.assem blee-n ationa le.fr/13/ eveneme nts/196 7_legalisa tion_ pilule/.
[7] www.insee .fr/fr/statis tiques/190 8103.
[8] Le Parisien, 7 mars 2011.
[9] Libération, 13 novembre 2009.
[10] www.al iance vita.org.
[11] https://www.allia ncevita.or g/wp-con tent/up loads/20 11/11/Sond age_IFOP_ fevrier_ 2010.pdf.
[12] Le deuxieme sexe, Ed Gallimard, Folio essais.
[13] www.sosb ebe.org.
[14] www.ined.fr/ fr/tout-s avoir –popula  tion/chiffres/ france/a vorteme nts-contrac eption/ avorte ments/.
[15] https://less urvivants. com/le-syn dro me-du- surviva nt/.
[16] Escuchado en SOS BEBE, www. sosbebe .org.