JURÍDICO LATAM
Doctrina
Título:Realidad vs. ficción. Una invitación a las ciencias
Autor:Danziger, Nicolás
País:
Argentina
Publicación:Revista Iberoamericana de Derecho Ambiental y Recursos Naturales - Número 34 - Diciembre 2019
Fecha:13-12-2019 Cita:IJ-CMVIII-326
Índice Relacionados
Punto límite
El llamado a las ciencias
De lo local a lo global
Tierra, trabajo y agua
Conflictos de interés
El sistema productivo de alimentos. Los alimentos como cultura
Los transgénicos como una solución del pasado
El origen de las semillas
Un nuevo código
Bibliografía y artículos consultados

Realidad vs. ficción

Una invitación a las ciencias

Por Nicolás Danziger

Hay una película de los 90s protagonizada por Kevin Costner y dirigida por Kevin Reynolds. La historia se desarrolla en un escenario post apocalíptico donde los hielos de los polos se han derretido y la humanidad se encuentra diezmada y repartida en atolones donde vive en estructuras flotantes. “Waterworld” nace de un guión escrito en 1986. Estrenada en 1995, nos cuenta cómo los seres humanos viven en el año 2500 buscando “tierra seca” ya que la crecida de más de 7 kilómetros en los niveles del mar ha tapado todo lo que conocemos como Tierra Firme. Producida por Universal, podemos ver al inicio del filme cómo el logo de la productora y distribuidora cinematográfica que se despliega sobre un mapamundi en 3 dimensiones, se inunda producto del deshielo. En ese mundo que imagina Kevin Reynolds, escasean dos cosas: la tierra cultivable y el agua potable.

La humanidad se encuentra en un punto crucial. En términos de narrativa, hay un “plot twist” en camino. Un giro en la trama. ¿Cuál es el “punto límite”?

Punto límite [arriba] 

Vamos a un dato concreto y algo abrumador: en la actualidad hay más seres humanos vivos que la cantidad de seres humanos que han vivido a lo largo de toda la historia de la humanidad. Los recursos son casi los mismos. Solo el avance tecnológico ha brindado la posibilidad de multiplicar o incrementar su alcance. Y hablamos de alcance porque se trata de recursos que se transforman en bienes y servicios que todos consumimos, que en muchos casos llegan a más gente producto de los avances tecnológicos para la logística y envasado para el transporte de bienes.

La historia de nuestra especie está marcada por el avance tecnológico y la adaptación del entorno a las necesidades para el desarrollo humano. Bueno, el entorno nos está enviando señales. Hace décadas. Siglos, probablemente. Pero concentrémonos en las décadas. Las últimas 5 harán más fácil el trabajo. En 1970 la población mundial era de 3.700 millones de habitantes, aproximadamente. Hoy en día, podemos decir que es más del doble. La ONU prevé que seremos más de 9.700 millones de personas para 2050.

En estos momentos vivimos todos bajo un sistema que alienta y garantiza niveles de desigualdad intolerables. Las denuncias tildadas en su momento de conspirativas o exagedas de que “el 99% de la riqueza está concentrada en manos del 1%” cuentan con datos estadísticos que las respaldan actualmente. Y como suele decirse: “no existen países ni sociedades pobres, lo que existe es un sistema que ampara la desigualdad”. Esa desigualdad permea en todos los aspectos de la actividad humana. Desde la división internacional del trabajo donde algunos países proveen de materias primas a los países más tecnologizados hasta las brechas salariales entre hombres y mujeres que se ven -con distintos niveles- en casi todas las economías del mundo.

El llamado a las ciencias [arriba] 

El arte de dominar y transformar el entorno para adaptarlo a las necesidades humanas no se detendrá ni debe hacerlo. Lo que sí es necesario es el cambio de paradigma. Que el llamamiento a involucrarse sea para todas las ciencias, no solamente las denominadas “ciencias duras” o de laboratorio.

El derecho como ciencia de la regulación de interacciones y vínculos humanos puede hacer mucho. Sabemos que las leyes pueden motivar o inhibir comportamientos. Casi que podríamos decir que si pudiéramos elaborar una definición que abarcara todos los aspectos de la ciencia jurídica, sería algo parecido a eso: direccionar las conductas hacia una realidad ideal que emana de los deseos, necesidades y posibilidades de un grupo de personas.

En el caso de los recursos, el sistema productivo y el porvenir de la humanidad, cabe al derecho recoger el guante y comenzar a pensar ese futuro que debe ser visto como posibilidad antes que como catástrofe.

Si la desigualdad es la madre de los conflictos, sin dudas ha llegado la hora de imaginar y construir un sistema donde la distribución de recursos satisfaga de manera más proporcionada a la comunidad internacional, especialmente a las poblaciones de regiones más postergadas por el progreso de las últimas décadas.

Reiterar que este llamado que hace la urgencia de la situación en la que vivimos, debe ser atendido por todas las ciencias, no está de más.

De lo local a lo global [arriba] 

Es mucho lo que se puede hacer desde la ciencia jurídica para acoplarse a las acciones humanas que tienden a direccionar conocimiento y herramientas hacia el desarrollo de un sistema económico-político-social que se base en la sustentabilidad.

¿Qué es la sustentabilidad?, en pocas palabras; producir y consumir hoy, sin comprometer el mañana.

Como dice la canción del cantautor uruguayo Jorge Drexler: “nada se pierde, todo se transforma”. El tiempo es circular. La humanidad viene en la última parte de su historia, produciendo y consumiendo como si el tiempo fuera lineal. Como si existiera una meta y un podio al final de esa línea. Quizás algunos se decepcionen o no estén de acuerdo en que, definitivamente, esto no sea así. El tiempo solo es lineal para los seres humanos. En el resto de los elementos de la naturaleza, el tiempo es cíclico.

Es más: la actividad económica, creación del hombre, responde a este patrón más de lo que algunos creen. Basta con escuchar de cualquier vereda de la teoría económica, definirla como una variable que sucede –valga la redundancia– por ciclos. Como las rachas de un equipo de fútbol o de básquet. O el famoso dicho popular; “la vida es como una rueda en movimiento; a veces estás arriba, a veces estás abajo”.

El momento actual quizás pueda considerarse como “arriba”. Con el detalle de que estamos muy próximos a una curva descendiente, como cuando la montaña rusa sube y sube para luego hacernos vivir un rafagazo de adrenalina dejándonos caer al vacío montados en un carrito agarrado a una vía. Esto no es para entrar en pánico sino más bien prevenirnos. Los tiempos, además de cíclicos, van más lento que los de nuestra vida cotidiana. La miel que una abeja produce en toda su vida apenas llenaría una cuchara, una persona puede acabarse esa cantidad en menos de un segundo. Ahora bien: van más lento que la vida cotidiana, pero en las últimas décadas se han acelerado los cambios en los ciclos del orden natural.

“De lo local a lo global”. Quienes impulsan hábitos y políticas sustentables, repiten esta frase como mantra. ¿A qué se debe? A que una clave en la conservación de recursos y el medio ambiente está en consumir bienes y servicios que hayan recorrido la menor distancia posible para llegar a donde estamos. Hay una cervecería artesanal de Buenos Aires que adoptó el lema para su marca: “pensá global, consumí local”. Esto quiere decir que para ser respetuosos con el resto de la comunidad globalizada, un gran paso es consumir local; reducir el impacto que produce el consumo. Porque el consumo genera empleo y el empleo organiza además de generar bienestar y desarrollo.

Sólo tenemos que “cambiar el chip de consumo”. Y aquí el derecho tiene un gran terreno donde actuar.

Principalmente porque este análisis encierra una trampa. Adoptar hábitos de consumo sustentables no se cuestiona. Lo que está en tela de juicio y ahí es donde el derecho debe actuar es ante la posibilidad de que este mensaje se transforme en otro peso más en la mochila de la ciudadanía. Es decir: que el peso del daño que produce la actividad económica tal cual la conocemos no recaiga sobre los consumidores. Estimular el cambio de ciertos hábitos como el reciclaje, la reutilización y modificación de materiales, costumbres de uso y consumo de ciertos productos es algo loable, el peligro es que eso se vuelva en contra de la parte débil de esta relación: las personas naturales. Ya que al final del día este conflicto tiene por un lado personas jurídicas: bancos, empresas, instituciones privadas y públicas por un lado y por el otro: consumidores, personas naturales, reales.

Tierra, trabajo y agua [arriba] 

¿Cómo puede ser que cada mañana cuando salimos a la calle en la Ciudad de Buenos Aires veamos todas las veredas con baldes desbordándose y desperdiciando agua mientras quienes tienen el deber de cuidar el preciado recurso atienden otros asuntos?

¿Cómo podemos tolerar un sistema de producción de alimentos que somete a las personas a condiciones anacrónicas de trabajo comparables con la esclavitud mientras el fruto de su trabajo viaja cientos de kilómetros para satisfacer necesidades lejanas?

¿Cuánto de lo que producen las economías que proveen materias primas es consumido por la gente que produce esos bienes? Argentina produce principalmente alimento (y materias primas para la producción de alimento), es algo que no necesita demasiados datos. Lo que quizás no sabemos es: cuánto de esas materias primas para alimento, regresa en forma de producto procesado o industrializado para volver a ser utilizado como alimento para personas o animales destinados a la alimentación humana. Quizás el ejemplo es el del alimento balanceado para ganado, el cual en general proviene de la soja y otros granos como el sorgo o el maíz por mencionar algunos.

Granos, vegetales y animales requieren casi de los mismos elementos para crecer y proveernos de alimento: superficies de tierra fértil y agua potable.

Ambos elementos, hoy por hoy, no tienen sustituto y abundan cada vez menos.

La Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia incluye muchos de los principios descritos siendo en éste sentido vanguardista por sus conceptos y fundacional por sus objetivos. Con la inclusión del Título III, Desarrollo Rural Integral Sustentable en su reciente reforma, se materializa un cambio en el paradigma de la producción de alimentos que sirve de ejemplo para le región y el mundo. Como explica el Dr. Ramiro Otero, presidente del Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo-FOBOMADE, un principio es una premisa que rige para todo el cuerpo de la norma, en este caso la Constitución Política. En consecuencia, el artículo 408, señala: “Se prohíbe la producción, importación y comercialización de transgénicos”.   

La Ley ha sido promulgada por el presidente de Bolivia Evo Morales Aymara pero el debate apenas ha empezado. Las consecuencias de la introducción de especies transgénicas atenta contra la biodiversidad (derecho ambiental) y la competencia en el mercado de la alimentación (lealtad comercial), la calidad de los productos, la libertad de elección de consumidores (derecho del consumidor) y la subsistencia de pequeños productores y cooperativas agrícolas (derecho a la alimentación, libre empresa y asociación).

Conflictos de interés [arriba] 

Hipócrates elabora con sus observaciones e investigaciones, un concepto muy sintético y práctico de la salud: “el verdadero rol de la medicina no es curar la enfermedad sino impedir que ingrese al cuerpo de la víctima”. Si habláramos de leyes como cuerpo no biológico pero orgánico, el derecho debe anticipar conflictos y resolverlos antes de que se extiendan y multipliquen.

Resulta alarmante la relación que existe hoy en día entre multinacionales de la farmacología y la alimentación. Podría decirse que existe un círculo de producción de bienes que nos hacen totalmente dependientes de los mismos intereses o empresas.

Los consumidores (de alimentos y medicamentos) vemos –a nivel general global, sin entrar en casos específicos– reducidas nuestras opciones de elegir cómo alimentarnos y cuidar nuestra salud. Alimentos y medicamentos se ofrecen casi de igual manera y con cada vez más frecuencia, producidos por empresas con intereses en común.

El sistema productivo de alimentos. Los alimentos como cultura [arriba] 

El consumo es cultura y costumbre, por lo que puede ser modificado. Los motivos que determinan el tipo de consumo son diversos: precio, disponibilidad, sensación de necesidad, necesidad real, puede haber un motivo para cada persona pero esos 4 son los principales. Ahora bien: ¿por qué comemos lo que comemos?, teniendo presente que la preservación de la salud depende directamente de nuestros hábitos y en gran parte el de la alimentación, ¿cuánta posibilidad de elegir tenemos realmente?

Las preguntas apuntan a los caracteres culturales y bio ambientales de lo que consumimos en cada lugar. ¿Hay más variedades y calidades de papas o maíz o tomates además de las que uno encuentra en el mercado?, ¿por qué no accedemos a ellas?

Probablemente la respuesta esté detrás del modelo global extendido en las últimas décadas por las potencias económicas dominantes del sistema (estados y multinacionales) el cual tiende a la homogeneización y estandarización de procesos y productos; los famosos “know-how” y exportación de modelos productivos junto con sus productos y hábitos de consumo que generalmente tienen poca consideración por los valores, usos y costumbres del lugar a donde arriban como novedad. Intentemos resumirlo con un ejemplo: en México hay poblaciones enteras que viven escasas de agua potable pero nunca falta Coca-Cola. A su vez, México es líder mundial en obesidad y diabetes infantil y adulta cuya causa está directamente relacionada al consumo de este tipo de bebidas carbonatadas y con exceso de azúcar. 

Lo mismo ocurre con cría de ganado para consumo humano, que absorbe recursos valiosos como el agua y la energía para generar alimento actualmente considerado casi un lujo para la mayoría de la población mundial y muy poco sustentable cuando hacemos la cuenta de recursos consumidos para producir carne. La actividad ganadera como la conocemos es insostenible en la forma y volúmenes actuales, los litros de agua y cantidades de energía que consume son preocupantes.

No es la idea detenernos en problemas puntuales pero resulta imposible dejar afuera del presente artículo la mención a los incendios registrados en Amazonas recientemente y que aún continúan aunque no sean noticia, los cuales tienen como objetivo incrementar las tierras disponibles para la cría de animales con destino de alimento para personas.

El alimento y materias primas que hace crecer y/o engordar a los animales criados para alimentar personas proviene de los mismos campos fumigados con sustancias químicas probadamente dañinas para la salud de las personas. En muchos casos estas sustancias dañan las producciones de otros granjeros y campesinos que producen para subsistir o bien no utilizan los métodos e insumos desarrollados por las multinacionales que dominan el mercado y que han llegado a perseguir judicialmente el resarcimiento económico fundados en el derecho intelectual que les ha otorgado prerrogativas sobre algo que no han inventado: la manipulación de la genética vegetal.

¿Cómo es posible que se persiga el patentamiento de organismos vivos o cadenas de ADN vegetal si la humanidad lleva casi toda su historia manipulando la genética de lo que cultiva para comer?

Por lo tanto, el problema del sistema de producción de alimentos repercute en consecuencias ambientales, económicas y de salud pública, no solamente de concentración económica desmedida y groseramente desigual.

A su vez, los seres humanos tenemos el derecho humano y como consumidores, de que el medio ambiente sea preservado y que podamos acceder a alimentos de calidad que respeten los factores bioculturales y de salud de las personas. Al mismo tiempo es nuestro derecho saber cómo y de dónde provienen esos alimentos, sus propiedades, beneficios y en su caso también los perjuicios que genera.

The new green deal

La búsqueda de una nueva conciencia y la generación de hábitos sustentables no puede ser la excusa perfecta para “patearles la escalera a los países en vías de desarrollo” sino para que los países más industrializados –desde su lugar de predominantes sobre los menos industrializados– lideren la tarea de realizar los esfuerzos necesarios para adecuar sus hábitos a las posibilidades del planeta.

Que los caminos de la desigualdad económica y el desastre ambiental se crucen en los barrios de países menos desarrollados tecnológicamente no es casualidad, es la consecuencia de siglos y sobre todo décadas de un sistema que alienta y garantiza que existan países proveedores y países consumidores, o mejor dicho; vivimos en un sistema extractivo donde algunos países proveen y otros extraen, todos consumimos, pero no todos podemos consumir igual ni en las mismas proporciones. Es hora de hacer algunos sacrificios de comodidad en post de la supervivencia y el futuro.

El modelo de producción extractivo se está agotando, la humanidad se encuentra de cara al punto de quiebre en que debe virar hacia un modelo de producción sustentable, reutilizando, reciclando y orientando todos los esfuerzos de todas las ciencias hacia la construcción de una conciencia que le recuerde a la especie humana que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor del progreso y que la justicia social debe erigirse en la base de todo sistema, no sólo para beneficio directo de las generaciones actuales sino para aumentar y diversificar la producción de alimentos y bienes necesarios para las generaciones futuras.

La posteridad no nos perdonará habernos quedado en silencio y brazos cruzados ante el saqueo de recursos que en nombre del bienestar sucede a diario. Es hora de que la ciencia jurídica incremente sus esfuerzos por estimular y proponer marcos legales que breguen por el cambio de conciencia y modelo necesarios para la subsistencia de la humanidad como especie y la búsqueda del progreso con igualdad e inclusión, comenzando por las sociedades más excluidas en estos últimos años de crecimiento asimétrico del bienestar.

Generar las condiciones para que quienes tienen la concentración de poder suficiente como para cambiar la realidad, los sistemas productivos y daños que genera la actividad humana, se sientan motivados a hacerlo. Lograr la creación de ámbitos formales e informales, instituciones y foros donde se intercambien conocimientos y propuestas tendientes a poner a todas las ciencias al servicio de la creación de nuevos sistemas, nuevas formas, métodos y tecnologías que hagan de nuestro sistema actual, un marco de mayor inclusión, igualdad de oportunidades y cuidado del medio ambiente para las generaciones futuras.

¿De qué sirven estados y naciones con infraestructura y servicios si para subsistir es necesario dejar afuera a grandes números de personas?

¿Cómo se sostiene un sistema que se está auto fagocitando?

Los transgénicos como una solución del pasado [arriba] 

Lo que comenzó siendo el remedio para el problema de la producción de alimentos ante las hambrunas concentradas principalmente en países marginados del progreso tecnológico, científico y económico de la aldea global, es hoy una amenaza para la subsistencia de la civilización como la conocemos y quizás del ser humano como especie habitante de este planeta.

Debemos tomar dimensión de lo que sucede al emplear químicos y reactivos orgánicos sobre la flora terrestre y cultivos para consumo animal, incluyendo el de las personas. Sea de manera directa o derivada, la presencia de elementos transgénicos y sustancias dañinas para la vida en general es cada vez más común en las actividades agrícolas. Plantas, animales, gente, todo es rociado con elementos incluidos en los paquetes de cultivo y cosecha que ofrecen las principales compañías semilleras del mundo están en constante exposición a cambios, mutaciones y efectos que se traducen en graves problemas de salud para la población e incluso la muerte en muchos casos.

Resulta urgente la creación de nuevos marcos normativos que garanticen el acceso a los alimentos sin dejar de lado la soberanía alimentaria, los factores socio culturales y bio ambientales de la alimentación y producción de alimentos, la utilización de recursos naturales y daño ambiental que produce la industria alimenticia y ¿por qué no?, comenzar con la seria consideración del entorno natural como un verdadero sujeto de derecho.

El origen de las semillas [arriba] 

Según el Instituto Nacional de Semillas (INASE), en la campaña 2015/2016 sólo se declaró el origen de las semillas del 33% de la superficie sembrada con soja (6,7 millones de hectáreas sobre un total de 20,5 millones). Otro dato que aportó el informe del INASE confirma la concentración del modelo de agronegocios: 611 productores (el 3%) siembran casi la mitad de la superficie declarada y los más pequeños (2500 productores, explotaciones con menos de 150 hectáreas) representan sólo el 3% de lo sembrado.

En los últimos 22 años el consumo de agroquímicos en Argentina aumentó geométricamente, pasando de 39 millones a 317 millones de kg/l/ año. El herbicida Glifosato es el más utilizado. En Argentina concentra el 64% del total de las ventas mundiales y según estimaciones del sector privado se aplicaron 200 millones de kg/l en la última campaña agraria.

El Principal segmento de agroquímicos sigue siendo el de herbicidas con un 64% de la facturación. En 2012 el mercado de agroquímicos argentino cerró en 2.381 millones de dólares. Las principales empresas del mercado local son: Monsanto (40% del mercado local, Atanor, Syngenta, Dow Agrosciences, Dupont, Bayer, Basf, Nufarm, Magan y FMC).

Argentina es actualmente el segundo mayor productor de semillas de América Latina detrás de Brasil. Un sector que genera más de 115.000 empleos de manera directa e indirecta. A nivel mundial, nuestro país ocupa el 9º lugar y la producción se concentra en la zona de Pergamino, Venado Tuerto y Rosario. La cadena de actores que intervienen en esta industria es extensa y variada, pasando por la biotecnología, la distribución, producción y comercialización para diversas actividades productivas. El desafío de nuestro país es continuar impulsando la innovación científica con la sustentabilidad como guía, en lo socio estructural impulsar la cultura de la producción de alimentos respetando ciclos naturales y en el campo empresarial alentar las prácticas en sintonía con estos principios.

Un nuevo código [arriba] 

En el lenguaje de la programación informática, programar es pensar las instrucciones que se le darán a la máquina. Codificar es el proceso de transformar esas ideas e instrucciones en lenguaje escrito para que la máquina pueda entenderlo.

Que el hombre es el centro de su propia existencia es decir una obviedad, pero eso “la máquina” siempre está afuera o es algo que nos rodea, ajena a nosotros.

Pero, ¿qué tal que somos parte de “la máquina”?, ¿qué tal que nuestro lugar es el de ser un engranaje más en la maquinaria del planeta? Porque estamos inmersos, somos parte de un planeta con el cual estamos en constante conexión. De hecho: el medio nos define en muchas ocasiones, no solamente lo social, cultural o económico, lo ambiental también determina en cierta medida nuestras oportunidades de concretar objetivos de vida.

Por eso desde este humilde compendio de ideas, razonamientos y contenido jurídico examinado, resulta pertinente poner sobre la mesa la propuesta de creación de un código penal ambiental que contemple conductas y su consecuente retribución legal con el objetivo principal de salvaguardar el mundo en el que vivimos. Multas, penas, inhabilitaciones, las medidas que fueren necesarias para que el daño ambiental no continúe siendo un crimen dirigido hacia toda la sociedad de manera impune por parte de quienes tienen mayor cuota de responsabilidad porque recordamos: el peso de los cambios producidos por la actividad humana no puede recaer sobre los hombros de los consumidores, ellos son el eslabón más débil del sistema en el que vivimos.

Estas medidas reparatorias idealmente deberían ser acompañadas de acciones preventivas y paliativas. Una Ley Nacional de Educación Ambiental y soberanía alimentaria que dote del marco jurídico necesario a las escuelas de todo el país de los elementos y recursos necesarios para la enseñanza del cuidado medioambiental y los conceptos correspondientes a la protección de la identidad biocultural, los derechos del consumidor y la ética en torno a la producción de bienes, especialmente alimentos, incluyendo en sus programas de estudio los contenidos apropiados de acuerdo a cada región en resguardo de los principios del federalismo.

El momento histórico que vivimos (este “punto límite” al que se hizo referencia al inicio) requiere que los marcos normativos acompañen estos cambios más temprano que tarde; el cambio climático, los recursos naturales, la cadena productiva de alimentos y bienes en general tienen muchos puntos en común sobre los cuales la ciencia jurídica puede realizar aportes que contribuyan principalmente a que la transición que deba atravesar la humanidad en los años venideros en lo que acceso a bienes esenciales y recursos naturales se trata, sea lo más armoniosa posible y sobre todo, que lo que aparenta ser una crisis resulte ser una oportunidad. Resulta urgente reducir la emisión de gases dañinos, modificar sistemas de producción y hábitos de consumo que no sean sustentables.

Después de todo, algo que podemos aprender de la cultura nipona (ejemplo de la gestión de recursos, desde suelos hasta tecnología) es que la palabra “crisis” también significa “oportunidad”. Todo depende de la forma en que se actúe ante el cambio.

Bibliografía y artículos consultados [arriba] 

- “Agrocombustibles. La energía del hombre.”, Editorial Cartago. Claudia Nigro, Juan José Noste, José Luis Livolti.

- “Buenas prácticas para una alimentación saludable de los argentinos”, Edutiral Facultad Agronomía. Sergio Britos, Agustina Saraví,  Fernando Vilella.

- Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE)

- Constitución Nacional Argentina.

- Código Penal y leyes especiales.

- “Derecho Ambiental Innovativo”, Dr. Dino Bellorio Clabot. Un nuevo derecho para las actividades productivas. El aprovechamiento de los recursos naturales y la protección del ambiente. El acceso a la justicia ambiental. Seguro ambiental. Derecho ambiental y la reforma del Código Civil y Comercial de la Nación. Jurisprudencia.

- Fallo “MONSANTO Technology LLC  C/ INPI s/ denegatoria de patente”, Sala III de la Excma. Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal https://huerquen web.files.wordp ress.com/201 6/04/monsant o-vs-inp i-s-denegat oria-de- patente.pdf.

- Fallo https://www.inf obae.co m/sociedad/ 2019/04 /10/conta minacio n-del-agua-y-gra ves-proble mas-de-sa lud-ordenaron –suspende r-la-fumiga cion-con-agroqui micos-en -pergamino/.

- Grupo ETC -  http://www.etcg roup.org/ es/content/e l-carr o-delante- del-caballo-se millas-su elos-y-ca mpesinos.

- INASE (febrero 2017) “Registro de Usuarios de Semillas”. Disponible en:  http://www.in ase.gov. ar/images/st ories/RegTrig oSoja/resultados %20rus%2 0soja%20cam p%2015 -16.pdf.

- Ley Nº 25.156. de Defensa de la competencia.

- Ley Nº 20.247 Semillas y creaciones fitogenéticas.

- “Observatorio de seguridad alimentaria y nutricional,(Uruguay)”. Proceso y resultados de su diseño e implementación”. Observatorio se Seguridad Alimentaria y Nutricional – Unidos en la acción (Sistema de las Naciones Unidas en Uruguay). FAO. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (Uruguay). INDA.OPP. Proyecto E – Apoyo a las políticas de integración social y de seguridad alimentaria.

- “Observatorio de seguridad alimentaria y nutricional (Uruguay)”. Plan Estratégico 2011-.2015.

- “Seguridad y soberanía alimentaria”, Editorial Cartago. Miryam K. de Gorban. http://www.p royec togeo. com/.

- “The toxic story of round up: Freedom from the Poison Cartel through Agroecology”, Navdanya International, Dr. Vandana Shiva, Ruchi Shroff, Caroline Lockhart, http://seedfree dom.info/w p-conten t/uploads/201 7/09/The-Toxi c-Story-of-Roun dUp.pdf.