JURÍDICO LATAM
Doctrina
Título:Víctimas en el Proceso Penal
Autor:Pimentel, María Lucila
País:
Argentina
Publicación:Análisis de Derecho Penal y Procesal Penal - Revista de Doctrina y Jurisprudencia Penal - Número 5 - Diciembre 2020
Fecha:18-12-2020 Cita:IJ-CMXVII-655
Índice Voces Citados Relacionados
Sumarios

El trabajo desde la perspectiva como perito Trabajador Social, en el ámbito de la justicia penal, en la atención directa de víctimas de violencia familiar. Los modelos explicativos teóricos en los que se basa el trabajo sobre violencia familiar o violencia de género. La entrevista, el impacto en los operadores, factores para la permanencia de la víctima en la relación con su agresor. Ejes de la intervención profesional. Significado de la retractación en el contexto de violencia.


¿Cuándo estamos frente a una situación de violencia de género?
¿Cuándo estamos frente a una situación de violencia familiar?
Modelos Explicativos
El trabajo en el ámbito de la justicia penal
Los operadores
La víctima
La intervención
El día después
A modo de conclusión
Bibliografía
Notas

Víctimas en el Proceso Penal

María Lucila Pimentel*

“…Lejos de la creencia popular de que es un comportamiento innato, la violencia es el corolario de la intervención cultural sobre los potenciales agresivos innatos. Es decir, que es una construcción social mediada por múltiples factores interrelacionados…”[1].

¿Cuándo estamos frente a una situación de violencia de género? [arriba] 

Las Leyes N° 26.485 y Nº 27.533, conceptualizan por violencia contra las mujeres “toda conducta, por acción u omisión, basada en razones de género, que, de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, participación política, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Asimismo, consideran violencia indirecta, a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción, omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón”, dando cuenta de distintas modalidades: doméstica, institucional, laboral, publica-política, contra la libertad reproductiva, obstétrica, mediática.

¿Cuándo estamos frente a una situación de violencia familiar? [arriba] 

La ley provincial N° 12.569 explicita que ello acontece “ante toda acción, omisión, abuso, que afecte o ponga en peligro la vida, la libertad, la seguridad personal, la dignidad, la integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, de una persona en el ámbito del grupo familiar”. “Grupo familiar” incluye a los originados en un matrimonio, unión convivencial o noviazgo. También se contempla a exparejas, a los ascendientes (abuelos/as, padres, madres), descendientes (hijos/as, nietos/as), colaterales y/o consanguíneos (hermanos/as, tíos/as, primos/as) y a convivientes o descendientes directos de cualquiera de ellos.

Dentro de la violencia familiar registramos con mayor frecuencia la violencia conyugal. La observamos cuando hay una situación de violencia cíclica, instalada en una relación de pareja, cuyos episodios denotan cada vez mayor gravedad.

La existencia de la violencia en el vínculo conyugal o de pareja ha existido a lo largo de la historia de la humanidad, pero ha sido identificada como tal en los años 70, luego de que se le pusiera nombre a la violencia hacia los niños ocurrida en los años 60.

Son múltiples los factores que favorecen para permanencia de la víctima en este vínculo. Se transforma en un trabajo de paciencia y precisión desactivar cada una de las barreras para acceder a la víctima.

Una persona en situación de violencia puede pedir ayuda en pocas oportunidades (a lo largo de su vida), cuando lo hace hay un corto período de tiempo para acceder a ella. La escucha y predisposición que perciba determinara el éxito de la intervención.

En el ámbito de la justicia penal, la creación de equipos interdisciplinarios colabora en forma directa con esta situación y favorece el acceso a la justicia.

Modelos Explicativos [arriba] 

Existen diferentes modelos explicativos, que han surgido a lo largo de los años para explicar el porqué de la existencia y la permanencia de la mujer en situaciones de violencia familiar.

“Ciclos de la Violencia” creado por Eleonor Walker en la década del 70. Es tal vez, el modelo más difundido, plantea la existencia de tres ciclos: La primera conocida como la “Acumulación de tensión”, plantea un momento en que se van sucediendo episodios agresivos aislados entre sí. La mujer suele generar estrategias para tener el control de la situación para evitar el episodio agresivo. Es la fase que mayor tiempo dura. La siguiente fase: “Episodio Agudo”, es el momento de la explosión, se realiza la descarga de la tensión acumulada, es cuando se desencadena finalmente la agresión física. Es la fase más corta del ciclo. Finalmente, la tercera fase o “Luna de Miel”. Se refiere al momento en que el agresor pide perdón, busca generar la reconciliación. En este momento la víctima tiene una falsa idea de que posee una cuota de poder sobre el agresor. Cuando la mujer accede y perdona, el ciclo vuelve a iniciarse. Se considera que se enfrenta una situación de violencia cuando se atraviesa en dos oportunidades este ciclo. La duración de los ciclos con el paso del tiempo tiende a ser más breve. Cabe destacar que, si bien los indicadores pueden determinar que fase predomina, ello no descarta la coexistencia de indicadores de fases anteriores.

Se habla de un “Síndrome de Estocolmo Doméstico”, por la adaptación del Síndrome, el cual plantea:

“…Estado de sintonía afectiva del sometido con quien controla y domina la situación. Se caracteriza por el apego dependiente y la identificación defensiva que desarrolla la víctima cuando su vida depende del victimario… Ello aclara, en parte la justificación y defensa, la negativa a denunciar o retiro de denuncia, etc. Que suele hacer la víctima llevada por sentimientos de culpa, deslealtad y traición, los cuales bloquean el recuerdo de los ataques sufridos; favoreciendo la retractación y/o minimización de los hechos…”[2].

Por otra parte, la “Indefensión Aprehendida”, plantea

“…La persona por más que lo intenta no logra evitar el maltrato, siente que ha perdido el control de su vida, no puede manifestar sus sentimientos ni pedir ayuda, se anestesia emocionalmente para poder sobrevivir y deja de hacer esfuerzos entregándose a lo que venga…”[3].

El modelo Ecológico, creado por Urie Bronfenbrenner plantea que necesitamos considerar distintos contexto en los que se desarrolla una persona que abarcan diferentes niveles o subsistemas que se encuentran incluidos entre sin: macrosistema ( formas de organización social, sistemas de creencias y estilos de vida), exosistema (escuela, iglesia, medios de comunicación, ámbitos laborales, instituciones recreativas, organismos judiciales y de seguridad); microsistema (familia) e individual (con dimensión conductual, cognitiva, interaccional y psicodinámica). Lo que ocurra en cada uno de los sistemas estará relacionado con lo limitado, o por lo habilitado por el otro, todos están interrelacionados. Ello permite pensar acciones e intervenciones dirigidas a diferentes niveles.

Por último, el modelo que entiende a “La violencia de género como una forma específica de persuasión coercitiva”. Este modelo que toma aportes de varios autores intenta explicar los factores que favorecen la permanencia de la mujer en situación de violencia de género. Se trata de un conjunto de estrategias que buscan modular el comportamiento de la víctima. Se persuade sobre actividades o conductas. Por otra parte, se aplica la coerción, entendiendo a la misma como el ejercicio de presión intensa sobre el individuo, limitando su libertad de acción.

“…Incluyendo como estrategias: el aislamiento social, la monopolización de la percepción, la inducción de un estado de agotamiento mental y físico, las amenazas, la indulgencia ocasional, la demostración de omnipotencia, la degradación o la imposición de demandas triviales. No existen en si períodos libres de agresiones. Las distintas formas de agresión (físicas, sexuales, amenazas, desvalorizaciones) pueden concurrir o alternarse entre sí. Esto nos da pie para abordar la siguiente información. La persuasión coercitiva es un proceso continuo en el espacio y en el tiempo…”[4]

El trabajo en el ámbito de la justicia penal [arriba] 

La atención directa en el ámbito de la justicia penal es una instancia a la que las víctimas acceden con posterioridad al momento de la denuncia.

El fuero penal encargado del castigo punitivo, de aquellos comportamientos que no se ajustan a la ley, se encuentra según el Modelo Ecológico en el Exosistema. Las leyes que aplica provienen del Macrosistema e impactan en el nivel Individual, de cada uno de los integrantes de la sociedad. Por lo tanto, la Justicia Penal, como Institución mediadora entre las dos dimensiones (macrosistema e Individual), posee la difícil tarea de aplicar ley. En ese proceso se puede entrever como los valores de la sociedad, se vuelcan a través de sus instituciones.

En el fuero penal tenemos a quien promueve la acción por parte del Estado (y la víctima), acción llevada adelante por la Fiscalía. Por la otra parte tenemos a quien ejerce la defensa del acusado, quien promoverá acciones para su liberación de todo cargo. Este proceso de investigación que se inicia con la denuncia será controlado por el Juez de Garantías y si el proceso llega a ser elevado a juicio, tendrá lugar ante el órgano jurisdiccional competente: Juzgado en lo Correccional o bien el Tribunal Oral en lo Criminal, quienes dictaran una sentencia. Dicha sentencia, ante la disconformidad de una de las partes, podrá someterse a revisión ante la Cámara de Apelación y Garantías Departamental o bien ante el Tribunal de Casación Penal, según corresponda, sin olvidar otros recursos recursivos como la interposición de recursos extraordinarios de inconstitucionalidad, nulidad e inaplicabilidad de la ley ante la Suprema Corte de Justicia de la Provincia.

Los operadores [arriba] 

Genera gran dificultad para quienes somos operadores judiciales enfrentar la tarea de atender una persona víctima de violencia. 

Es una tarea que muchas veces desalienta por la experiencia previa de resultados negativos. Es la misma víctima a la que se escucha, se orienta, se asesora y a los pocos días regresa al despacho a decir que "se equivocó", "que estaba enojada", "que no pensó que iba a llegar a tanto".

Al escuchar el relato de los diferentes operadores involucrados en el proceso de atención (administrativos, peritos, fiscales, etc.), se percibe la misma perspectiva y muchas veces la misma intención: colaborar para sacar a la víctima de violencia de la terrible situación en que se encuentra. Pese a ello en muchas ocasiones los operadores, que no poseen la formación de genero adecuada, pueden llegar a hacen uso de un discurso imperativo -similar al agresor- que no facilita la reconstrucción del discurso de la víctima.

La victima tiene que pasar a ser protagonista, reelaborar el discurso, redefinir, que quiere, que es lo más valioso para ella, debemos revalorizar lo que ella siente, informarla y sostenerla. Evitando generar cualquier tipo de práctica, que pueda ser percibida como de victimización secundaria, tiene que ser un eje rector de las intervenciones como operadores judiciales.

La víctima [arriba] 

Es frecuente observar una clara pérdida de libertades individuales en dichas víctimas, situación considerada como una violación a los derechos humanos en la actualidad.

Nos encontramos frente a personas que no pueden elegir, no pueden decidir, siempre lo han hecho otros por ellas.

No manejan dinero, no poseen recursos económicos propios o pese contar con estos, ceden la administración al agresor. No deciden sobre su cuerpo, su salud y la de sus hijos. Se presentan como personas que “no pueden”.

Han quebrado las relaciones con su grupo familiar de origen (cuando lo hubo) o han permanecido en silencio por vergüenza ante su familia, por las situaciones de violencia en la que se encuentra inmersa.

Se encuentran fuertemente ligadas a concepciones culturales en cuanto a roles estereotipados de género. En cuanto a las expectativas de la sociedad y la cultura imperante sobre las mujeres y los hombres. Y sobre el sistema jerárquico entre ambos, el cual determina una desigualdad de poder sobre la que se construye, posteriormente, la construcción social que nuestra cultura posee sobre el “deber ser” de hombres y de las mujeres.

“…Es necesario comenzar la conceptualización desde la diferencia entre sexo y género: el sexo refiere a la inscripción en el cuerpo que diferencia a hombres y a mujeres, a sus características físicas, mientras que el género se refiere al conjunto de significaciones que la sociedad, en determinado momento histórico, atribuye a hombres y mujeres en función de esas diferencias objetivas…”.[5]

Todos estamos involucrados en esta construcción, fuimos educados dentro de ella, y de no mediar cuestionamientos sobre su alcance, la trasmitimos en todas nuestras relaciones interpersonales y en sus diferentes ámbitos: familiar, social, laboral.

Se puede observar- en la víctima- un estado de inercia, atento la situación que está viviendo, la cual es el producto de sucesivas agresiones. Todas las formas de violencia que conocemos (física, verbal, sexual) suelen darse de manera combinada y así poner en marcha una maquinaria en la que la víctima queda atrapada.

La frase que denota menosprecio o disvalor, el insulto y la agresión física; es el camino que transita la agresión en una relación. A través de la agresión constante, se produce un proceso de modelado, que puede hacerse visible y tangible en las entrevistas. Las víctimas suelen hablar y repetir los dichos de su pareja/agresor, como si fueran propios. El miedo se instala y paraliza.

En los casos de mujeres que han crecido en entornos donde la violencia ha sido una forma de comunicación (del diálogo se pasa a la discusión y la pelea), y un método equivoco de resolución de conflictos (el objetivo es ganar no dialogar). El grado de conflicto que plantea la salida de la situación es más dificultoso. No hay a quien recurrir, no hay redes de contención.

Es así como se naturaliza, se les dificulta cuestionar dicho accionar. Asimismo, la violencia como método de resolución de conflictos, se transmite generacionalmente y muta sus formas. Forma futuros agresores o futuras víctimas, nadie se escapa a esta herencia traumática.

Asimismo, entendiendo a la violencia de género como una problemática social, la misma no está exclusivamente ligada a una clase social, sino por el contrario, las atraviesa.

La intervención [arriba] 

Comprender que a quien se asiste, quien puede provenir de un contexto diferente, posee otras vivencias, ha tenido otros recursos relacionales que impactan en su realidad en forma directa. Es “otra” persona que suele no tener la misma pauta de alarma, que podemos tener los operadores. Puede colaborar en nuestra comunicación con quien asistimos y también con las expectativas que (sin desearlo), depositamos también nosotras/os sobre su accionar y la resolución del conflicto. Apartarnos de prejuicios y de la idea “yo en su lugar hubiera hecho tal cosa…”.

Por lo general, en los casos de violencia de género, la fiscalía debe trabajar sin la colaboración de quien en un principio denuncia el hecho. Es necesario poder generar herramientas para poder en colaboración con otras profesiones (trabajadores sociales, psicólogos, médicos, psiquiatras, abogados), producir evaluaciones que nos aproximen a una valoración del riesgo en el cual se encuentra la víctima.

Una evaluación de riesgo nos brinda una información adicional que nos permite prever probabilidades de que sucedan nuevos episodios de agresión entre las partes; como así también con qué recursos personales y relacionales cuenta la víctima para enfrentar el conflicto con su quien fuera su pareja. Se indaga sobre episodios sufridos (denunciados o no), la frecuencia entre ellos, si han existido victimas menores de edad, la necesidad de atención médica para tratar sus secuelas, la utilización de armas u otros elementos que hayan sido usados como tal. El resultado nos permitirá evaluar estrategias acordes para su protección.

El día después [arriba] 

Con frecuencia, ante las consecuencias directas en la vida personal, que la denuncia genera (pérdida de recursos económicos, pérdida del domicilio que habitaba, presiones del grupo familiar del agresor, reclamos de los hijos en común), las denunciantes quieren desistir del proceso iniciado. Situación que se asemeja con la respuesta de las/os niñas/os víctimas de abuso sexual en igual momento del proceso.

Este momento al que se suele nombrar como de retractación es vivido por los operadores como un fracaso, una pérdida de tiempo y recursos (que suelen ser escasos). Causa sorpresa y desanimo en quienes han intervenido. Pero, por el contrario, en una situación de violencia familiar, toda situación de retractación debe ser leída como una confirmación de que la situación de violencia existe y se encuentra férreamente arraigada.

A modo de conclusión [arriba] 

Las situaciones de violencia familiar son situaciones de origen multicausal (factores individuales, sociales, familiares, sociales y culturales) y necesitan una respuesta de igual índole para podes ser superados.

La justicia penal, responde con condenas privativas de la libertad. Pero en escasas oportunidades, esta respuesta es la esperada por quienes iniciaron el proceso.

El trabajo con víctimas de violencia en el ámbito de la justicia penal no se desarrolla en forma aislada de la sociedad, tornándose en un intermediario entre el mandato social y la acción individual.

Se torna extrema la necesidad del desarrollo de políticas públicas en los ámbitos locales para la atención directa de las víctimas de violencia. Si bien en los últimos años hubo un gran desarrollo en este aspecto, la gran demanda torna, en muchos casos, a la oferta insuficiente.

Las secuelas de la violencia trascienden generaciones, la intervención desde el Estado a tiempo puede poner el límite necesario para el cese. Nuestro trabajo como operadores en tal sentido debe ser cuidado y atendido: el trabajo en equipo, la interdisciplina, la capacitación permanente colabora a que el impacto directo (desgaste profesional) afecte en forma medida

La mayoría de las capacitaciones se abocan a la comprensión de definiciones y modalidades de la violencia, sin profundizar en el análisis del discurso, comportamientos humanos, estudio de redes sociales, que brindan muchas más herramientas en el momento de la intervención.

Pese a lo desalentador que pueden sonar estas líneas, debe quedar claro, que toda intervención desde nuestro ámbito para trabajar en estos casos, donde el delito ha permanecido invisibilizado por años, son tendientes a atender un derecho que ha sido vulnerado. A responsabilizar al agresor y colaborar en el ejercicio de derechos de quienes fueron victimizadas.

Bibliografía [arriba] 

TILLI, Graciela María y DEL LUCA, Carla Natalia; “Conceptos sobre la violencia intrafamiliar”, pág. 25.

FERREYRA, Graciela; “Clínica Victimológica en casos de violencia conyugal: Prevención del suicido/homicidio”-Revista de Clínica Psicológica. Vol. VIII n°3. noviembre de 1999. Publicación Editorial A.I.G.

CARRASCO, Liliana; “Violencia masculina”, año 2006.

ESCUDERO NAFS, Antonio; “Violencia de género. Una visión multidisciplinar”, Capitulo n°5.

 

 

Notas [arriba] 

*Lic. Pimentel, María Lucila, Trabajadora Social egresada de Universidad de Buenos Aires. Desarrolla su profesión en el Ministerio Público Fiscal, se desempeña como Perito en “Área para tratamiento de casos de violencia de género e intrafamiliar”-Centro de Asistencia a la Víctima-Departamento Judicial de San Martín, Provincia de Bs.As.

[1] TILLI, Graciela María y DEL LUCA, Carla Natalia; “Conceptos sobre la violencia intrafamiliar”, pág. 25.
[2] Y[3] - FERREYRA, Graciela; “Clínica Victimológica en casos de violencia conyugal: Prevención del suicido/homicidio”-Revista de Clínica Psicológica. Vol. VIII n°3. noviembre de 1999. Publicación Editorial A.I.G.
[4] ESCUDERO NAFS, Antonio; “Violencia de género. Una visión multidisciplinar”, Capitulo n°5.
[5] CARRASCO, Liliana; “Violencia masculina”, año 2006.