JURÍDICO LATAM
Doctrina
Título:Daño profundo. Un drama escondido
Autor:Pisano, Liliana
País:
Argentina
Publicación:Revista Interdisciplinaria de Familia - Número 14 - Junio 2021
Fecha:14-06-2021 Cita:IJ-I-CCCLXVI-278
Índice Voces Relacionados
I.- Introducción
II.- El aborto es una tragedia Intergeneracional
III.- Mayor inmadurez
IV.- Deshumanizar a los indefensos
V.- Distorsión de la respuesta de protección
VI.- Romper la barrera instintiva contra la agresión
VII.-Tragedia social
VIII.-Síndrome Post Aborto (SPA)
IX.- Formas de ayuda
X.- Apostilla del final
Bibliografía consultada
Notas

Daño profundo

Un drama escondido

Liliana Pisano*

I.- Introducción [arriba] 

Estamos viviendo tiempos complejos. Parecería ser que el hombre se corre de su lugar de co-constructor de la sociedad, para ubicarse como destructor de un futuro que lo vuelve, de por sí, inciertamente más vulnerable y más solo. ¿Se están derribando tradiciones, rituales, valores? Realidades concretas que se vuelven vagas suposiciones.

Transitamos por lugares de oscura y peligrosa ruptura, sin saber qué hacer con los pedazos. Estamos mirando, casi sin asombro, un espectáculo sobre la muerte. Esto parece decirnos el aborto, porque el aborto completa la deshumanización.

Las consecuencias que trae el aborto en general son negadas por los expertos e ignoradas por las autoridades. Hay un escenario preparado de antemano que recoge la evidencia más atroz del ser humano, la ignorancia irresponsable de su propia historia. Ignorancia autoimpuesta o racionalización para un no compromiso con la vida misma. El hombre actual quiere ser adulto. Sin embargo, se comporta como un adolescente dispuesto a rebelarse de sus obligaciones más concretas: la responsabilidad por la vida, propia y de los demás con quienes comparte esa vida.

El aborto causa un daño profundo, muchas veces irreparable. Es un daño particular, porque es siempre recíproco. Está estrechamente ligado al tejido de la vida. La persona no puede herir sin salir herido. No puede matar a otro sin destruir algo propio, interno. Cuando los inocentes son maltratados, abortados, la civilización comienza a desmoronarse. Los pilares del tejido social son revestidos de una engañosa subjetividad que, definida como libertad, no resulta ser tal, porque enmascara una esclavitud que inocula de manera inconsciente, frialdad, desamor y vergüenza.

El aborto interfiere con los mecanismos sensibles de la paternidad y hace aumentar el maltrato, la agresión y la violencia. Se desvanece el sentido propio del rol y da lugar a una desafortunada carrera contra el olvido. Hay una circularidad del horror que no se piensa, pero se actúa.

II.- El aborto es una tragedia Intergeneracional [arriba] 

El daño es también profundo porque afecta las raíces de nuestra humanidad alterando los delicados mecanismos biológicos y ecológicos que sostiene las relaciones humanas.

Se convierte, inevitablemente en una tragedia transgeneracional que tiende a repetirse. “Hay una transmisión inconsciente de generación en generación, que transciende la familia, la cultura, las costumbres, esta memoria inconsciente puede elevarnos o someternos”.[1] Guerra entre hombres y mujeres. Aumento de la violencia conyugal, separaciones, relaciones efímeras. Peleas. Muertes. El amor se convierte en mera necesidad sostenida por una esperanza desesperanzada. ¿Qué se busca en esa relación? ¿Qué se encuentra? Preguntas que no se hacen, respuestas que no aparecen.

Pensar es complicado en estos tiempos, mucho más si, ese pensar, es desde un pensar responsable. Aparecen situaciones de parejas, des-parejas, unidas por una relación frágil, donde el otro se vuelve un no reconocido. Se busca la completud desde un lugar de vacío. La existencia transformada en mera subsistencia, donde el amor, eje y sostén familiar y humano, se reconvierte en un sentimiento vacuo. “El individuo es en sus comienzos, un heredero’’[2] esto dice que la transmisión generacional devela historias de desamor que luego se repiten una y otra vez. Lo anormal, dentro de una familia tóxica, se convierte en cotidiano vivir. Entonces, lo observado en la clínica, muestra mujeres que han sido maltratadas en la infancia y que, ya grandes, se relacionan con hombres bajo el mismo modo de funcionar. Esto se llama “lealtad”[3] a la propia historia.

El aborto es, sin duda, una de estas realidades vivida de antemano dentro del núcleo familiar y por tanto conocida, aceptada e incorporada a la cotidianeidad. Así aparecen tantas mujeres o adolescentes y, hasta niñas de 13 o 14 años, buscando ayuda para abortar, acompañadas por madres o parejas. ¿El amor del horror? ¿El cuidado del descuido? Miradas diversas construidas sobre historias de vida marcadas por heridas profundas. Ancla

Una generación tras otra con carencias afectivas que desordenan y confunden los roles familiares. Hijos sin padres, padres que se convierten en hijos. La vincularidad transformada en dolorosa orfandad. Valores que no se transmiten porque han dejado de ser importantes. Vivimos un tiempo sin valor, y esa cuestión también atraviesa al género humano. Parecería, que el bien y el mal caminan juntos. Se vive como se piensa y se piensa lo que se quiere. El “todolomismo” como una plaga siniestra recorre a la sociedad y atrapa, muy especialmente a los jóvenes que, en tiempo de formación, salen desinformados. El lenguaje, las costumbres, las redes, modos de ser siendo confusamente, un relato sin sostén ni veracidad. Es un gran vacío que se provoca en una sociedad confundida en sus criterios éticos y morales.

Esto está indicando a las claras, que las tensiones históricas entre hombres y mujeres están más vivas que nunca. La lucha de los derechos de las mujeres masificadas en un denominado colectivo de género que no sabe bien qué ideal sostiene, pero sí, que debe ser seguido. El feminismo a ultranza, la supuesta recuperación del cuerpo de la mujer como posesión indiscutida de derecho, sobre todo, incluso, el derecho del hijo por nacer.

El argumento que intenta justificar el aborto aludiendo que la mujer es dueña de su cuerpo y de las decisiones que sobre ese cuerpo tome, es totalmente discutible.

“El cuerpo humano no es un objeto que se tenga, sino un elemento constituido de la persona (…) Hablar de que somos dueños de nuestro cuerpo implica trasladar al ámbito humano criterios que son válidos para el mundo de las cosas.” [4]

En esta lucha, la mujer siente muchas veces que ser madre le quita un lugar, y en nombre de la libertad, el aborto es la solución mágica frente a un problema incómodo: un embarazo. En una sociedad donde se camina sin límites, la convivencia se vuelve lucha.

III.- Mayor inmadurez [arriba] 

Los niños son y han sido la mayor influencia civilizadora y maduradora de la sociedad. Para alcanzar el título de madre o de padre se deben atravesar varias crisis evolutivas y aprender a amar a medida que el niño crece. No existe el libro del buen papá o la buena mamá. Se construye. Se moldea. Se prueba. Se experimenta. Esto de por sí, es un enorme trabajo personal y de pareja. Implica responsabilidad, esfuerzo, compromiso, disposición, voluntad, presencia. En síntesis, volverse adulto.

El mundo de hoy, en su expresión más mediática, muestra lo divertido que se vive siendo joven, liberado de cargas y sin ningún tipo de interferencia en la búsqueda de lo placentero. Esto no habilita a continuar un embarazo no esperado, por supuesto, nada que implique problema, conflicto o algún tipo de compromiso estable puede interferir en esta pseudo-libertad adolescente. Tanto la pérdida de un embarazo (como la supervivencia a la pérdida) atraviesan el proceso de maduración humana, de manera tal que, el aborto, para muchas mujeres, provoca cierta sensación de alivio. Ilusorio, efímero, pero alivio al fin, en la conciencia no así en el alma.

IV.- Deshumanizar a los indefensos [arriba] 

En estos tiempos, el mundo muestra gobernantes intentando economizar gastos de sus programas médicos en las personas de “alto riesgo”: discapacitados, enfermos, personas mayores y neonatos. Para justificar el recorte de fondos, tanto los políticos, los medios, los profesionales del derecho y la salud describen a los indefensos con términos deshumanizadores: los neonatos son fetos, tejido o un cigoto. Cuando se los caracteriza como menos humanos, es más fácil matarlos porque no son todavía seres humanos.

El caso más conocido es (PPFA) Planned Parenthood Federation of America Inc. Es una organización que ofrece servicios de salud reproductiva, educación sexual y planificación del aborto tanto en los Estados Unidos como también a lo largo del mundo[5]. En nuestro país, PPFA transfiere grandes cantidades de dinero para sostener fundaciones y organizaciones pro aborto, muchas de ellas creadas para el fin de obtener la ley, otras totalmente politizadas y hasta una universidad privada. Para tener en cuenta quienes son: Asociación Civil Fusa; CEDES; Asociación Civil Pro Amnistía; Fundación Huésped; Fondo Mujeres del Sur; Universidad de Palermo CELS; FEIM Argentina y el Centro de Estudios Sociales y Políticos. (Fuente IPPF Financial Report).

Difícil situación es enfrentar tanto poder económico con criterios y valores que defienden la vida humana. Es una lucha desigual, en una sociedad tambaleante, dispersa y vulnerable. Una sociedad sin límites. Una sociedad que perdió el rumbo sin darse cuenta, siquiera, que ese rumbo ya está marcado y quien lo diseña tiene muy claro a qué puerto quiere llegar. ¿Cuánto se pierde en el camino? Mucho. El devenir histórico plasmará en los textos tales movimientos sociales y sus consecuencias. Para bien o para mal, el mundo gira y la dinámica de la humanidad sigue implacable su transformación.

V.- Distorsión de la respuesta de protección [arriba] 

Los padres de cualquier especie responden al llanto de sus crías con cuidados y protección. El aborto ha distorsionado profundamente esta respuesta instintiva en los seres humanos. Los sumerge en una crisis permanente de ausencias, de oscura existencia sin un sentido de verdadera espiritualidad, distorsionando la función esencial que por naturaleza le es propia: el cuidado de los hijos. “Cuando la paternidad y la maternidad no se toman como elecciones responsables, se termina por transformar, a la luz de los hechos, en infaustas casualidades biológicas.”[6]

La biología muestra a las claras que, en el momento de la concepción, de esa unión entre óvulo y espermatozoide algo diferente ocurre en el cuerpo de la mujer. Dos seres distintos unidos por un lazo de sangre, que los vincula y los vinculará por siempre.

Amado o rechazado, aceptado o negado, es ese ser en desarrollo que existe y da forma a una unión real, sentida y vivida dentro del vientre materno. El vínculo, tanto físico como emocional se convierte en una realidad concreta en la vida de la mujer, y desde allí la decisión de interrumpir el embarazo, dejará huellas muy profundas, porque la huella de esa memoria corporal, es una marca indeleble. “Lo sabes, pero ignoras que lo sabes”, dice San Agustín. Somos seres bio-psico-sociales-espirituales, por tanto, cada suceso traumático imprime un sello imborrable en el devenir humano.

Se ha descubierto que aquellas madres que experimentaron la pérdida de un embarazo, tienen mayor predisposición a sentir culpa, impotencia, irritabilidad, agresividad e intolerancia frente a otros niños, aunque sean propios. Estos sentimientos terminan con frecuencia en negligencia, ira o frustración, emociones negativas que ofrecen consecuencias peligrosas. Las noticias diarias están llenas de casos, de situaciones evitables. El inconsciente actúa sin que las personas puedan darse cuenta. Lo reprimido, lo silenciado puja por salir a luz. Frente a una situación, se revive el trauma y se vuelve presente. Hace su aquí y ahora. “Decimos que lo reprimido retorna y en verdad no es que vuelva es que siempre estuve allí”[7]

VI.- Romper la barrera instintiva contra la agresión [arriba] 

No es fácil que un ser humano mate a otro. Aunque ocurre, y ocurre con bastante frecuencia. Conocemos los casos de los sobrevivientes de las guerras como han sido dañados emocionalmente, el cine lo ha mostrado con claridad.

La reacción frente a la muerte es provocativa, descoloca, angustia. Cuando muere un niño, más aún cuando es asesinado, se despiertan emociones hostiles. Irrumpe masivamente sobre las personas, enojo, repugnancia, deseos de venganza, porque quien muere es un indefenso. Se instala, entonces, una barrera instintiva contra esa agresión que evita el accionar voraz y violento.

En el caso del aborto, se rompe esa barrera instintiva, ese dique de contención emocional. La frontera, como límite identificatorio, desaparece. No debe sorprender entonces que, con el aumento de los abortos hayan aumentado también el abuso, la negligencia y el infanticidio (abuso fatal) hacia los niños y bebes recién nacidos. Cuando una sociedad permite, aprueba y muchas veces aplaude la matanza de un niño neonato, lo que rompe es la barrera instintiva de la agresión individual y colectiva.

A nivel del instinto, todas las especies comprenden que no pueden matar a sus crías. En el mismo momento que un hombre está a punto de lastimar a su cría, se dispara una señal de alarma, un mensaje y la culpa aparece como un freno. Biológicamente la culpa es inevitable y universal. La culpa se siente, se vive, se padece. En general esa cantidad de culpa es negada para poder sobrellevar la situación. No se habla de bebe, se lo deshumaniza, se lo cosifica. Las cosas se pueden destruir, romper, descartar o tirar a la basura. Eso ocurre en el aborto.

La culpa aumenta los conflictos internos. Los revive. Acciona y re-acciona, haciendo uso de ciertos mecanismos de adaptación que, de manera errónea y hasta siniestra, se entrega a la muerte descuidando la propia vida. Distorsionar la realidad con mentiras, dramas pasionales, adicción a las drogas, al alcohol, a las redes, al juego. Volviéndose menos humano, más frio, más apático, más desconectado y activar conductas mecanicistas donde no aparecen los sentimientos ni las emociones. La autosuficiencia y la dependencia son otras formas de negación autoimpuesta, una tomando distancia del resto, la otra como víctima atada de un lazo imaginario a cualquier persona que se le acerque y la reciba.

Las familias quedan también atrapadas en esta red misteriosa. Aparece la llamada ‘’Culpa del sobreviviente’[8]’. El niño que nace después de un aborto siente, intuye que no merece estar vivo. Cae en una trampa inconsciente que lo limita en su desarrollo, lo vuelve dependiente, inseguro, vulnerable. Este lugar no elegido, recibido, consolida la culpa por el fracaso de no llegar a ser la persona que debería haber sido.

VII.-Tragedia social [arriba] 

El aborto se convierte en una situación traumática compleja; epidémica por su alcance demográfico y familiar por su resonancia. Está atravesada por una multiplicidad de factores, culturales, psicológicos, sociales, políticos, ideológicos y religiosos.

Su costado vergonzante y la ignorancia de sus efectos lo ubican como una problemática alejada de la práctica psicoterapéutica. Alejada también, del acompañamiento espiritual. Sin embargo, aparecen determinados signos característicos que se repiten en las mujeres que han abortado y permiten delinear un camino para la investigación científica del denominado Síndrome Post Aborto. Camino que deberá comenzarse a transitar si verdaderamente se quiere mejorar la calidad de vida de la sociedad en su conjunto presente y futura.

La mujer que interrumpe su embarazo, experimenta un duelo no reconocido. Sufre en soledad una situación de doloroso desgarro. La decisión de abortar afecta, en primera instancia una pulsión muy primitiva, la autoconservación de la especie. La carga de auto condena es muy pesada. De ahí el silencio. Entiende que se trata de su propio hijo. Ese hijo que se conecta a través del vientre materno y que comienza a tejer lazos íntimos de vincularidad. Lo sabe. Aunque no lo reconoce. Lo niega. Porque intenta silenciar esa voz interna que le dice “aquí estoy, soy tu hijo”.

El “no matarás”, repiquetea en la mente salpicando el corazón. Se inicia un periodo de intensa inquietud. Aparecen las justificaciones tratando de instalarse como razones poderosas, muchas veces, instigadas por la pareja o algún familiar directo. Problemas económicos, familiares, laborales, de pareja, personales, intentando aclarar la decisión y de alguna manera, disminuir el miedo al castigo.

VIII.-Síndrome Post Aborto (SPA) [arriba] 

El SPA es un conjunto de signos y síntomas que aparecen luego de abortar. Pueden mostrarse inmediatamente o pasados varios años. En todos los casos se manifiestan de manera consciente o inconsciente. Los signos inmediatos posibles son en general de orden físico como hemorragias, infecciones y, hasta en casos más extremos, perforaciones de útero. En cuanto a los efectos que pueden observarse con el tiempo, esterilidad, embarazos extrauterinos, pérdidas de otros embarazos, partos prematuros o de alto riesgo.

Con respecto a los efectos psicológicos y emocionales, el Dr. Ney lo explica muy claramente en unas pocas palabras: “Es más fácil sacar al niño del útero de su madre que sacarlo de su corazón y de su mente”.[9]

El Dr. Ney afirma, en función a su larga experiencia con mujeres que llegan a la instancia de abortar, que, en la mayoría de los casos, han sufrido carencias afectivas en su infancia, maltrato, abuso y violencia como forma de vinculación familiar. Poseen baja autoestima y adormecimiento de las emociones, deseos y necesidades. Aparece un aumento de la ira, el temor a la propia agresión autoinfligida o a terceros. Depresiones subclínicas, dolores corporales, tristeza inmotivada, victimización. Falta de apetito, anorexia o inicio en las adicciones. Sensación de vacío y de fracaso repetido. Relaciones vinculares que se vuelven complejas, difíciles, ríspidas, inciertas, vergonzantes.

Se refuerza el denominado “Síndrome del Aniversario”[10], que revive el trauma con el agravamiento de los síntomas en las fechas del aborto o del posible nacimiento no concretado. Pensamiento que se repiten sobre el sexo del niño no nacido, del momento en que tomó la decisión, la situación vivida, si fue forzada por alguien o no, aparecen imágenes del momento del aborto, quiénes estaban, como era el lugar, la enfermera, el médico, la vuelta a casa. Se inicia un relato interno, sin sonido, pero lleno de palabras no dichas.

IX.- Formas de ayuda [arriba] 

Frente al trauma, el tratamiento psicológico y el acompañamiento espiritual son dos herramientas fundamentales como forma de ayuda. El trabajo personal habilita la rehumanización de la mujer. Permite reconstruir la historia y encontrar nuevas miradas, más sanadoras a las situaciones dolorosas de su vida. Despertar las emociones adormecidas, resignificar el vínculo con él bebe que no está, e ir elaborando los efectos traumáticos del aborto.

Este introducirse en lo profundo de la interioridad individual, reconcilia a la mujer consigo misma, desactiva la culpa que la atormenta a través del perdón, y motiva para iniciar un nuevo camino para su vida. El acompañamiento espiritual es ese sostén necesario que abre el alma a la verdad. “Por medio de la trascendencia que da la Fe, el padecimiento humano se transforma en una oportunidad, un punto de encuentro, un umbral.” [11]

La reconciliación es la oportunidad para transformar la vida. Renueva, libera, restaura y fortalece. El daño profundo puede transformarse en oportunidad de nueva vida y esa experiencia dolorosa transformarse, convirtiendo en ayuda y servicio para otros.

X.- Apostilla del final [arriba] 

“Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas”.

Miguel de Cervantes

Bibliografía consultada [arriba] 

- P. Aldunate Carlos, s j. Transformación espiritual y psicológica. Paulinas, Colección Carismas. Chile. (1991).

- Cyrulnik Boris. El amor que nos cura. Gedisa Editorial 2004).

- De la Fuente C, Dondo L. Ser mujer. Aborto: saber y decidir. 2da. Edición. El autor. Su Impres. Buenos Aires. (2009).

- García-Huidobro Joaquín. Una locura bastante razonable. Ediciones -Logos. Argentina. (2012).

- Gaulejac Vicent de. Neurosis de clase. Del Nuevo Extremo. Buenos Aires (2013).

- Miller Alice. El cuerpo nunca miente. Ensayos Tusquest Editores. Buenos Aires. (2011).

- Paris Diana. Secretos Familiares. ¿Decretos personales? Del Nuevo Extremo. Buenos Aires. (2014).

- Dr. Rodríguez Gonzalo. Medicina con Fe. Tinta Libre Ediciones. Argentina. (2019).

- Schutzenberger Anne Ancelin. ¡Ay mis ancestros! Taurus. Alfaguara. Argentina (2013).

- Schutzenberger A, Bissone Jeufroy E. Salir del duelo. Superar el dolor y reaprender a vivir. Taurus. Alfaguara. Argentina (2007).

- Sinay Sergio. La sociedad de los hijos Huérfanos. Ediciones B. Argentina. (2008).

- www.plannedp arennthoodorg. Extraído de Internet el viernes 19/02/2021

 

 

Notas [arriba] 

* Psicóloga de Familia, Especializada en Terapia Cognitiva y Vincular. Profesora Universitaria, Docente en USAL Campus Pilar en el área de la Psicología Educacional. Facilitadora en Disciplina Positiva. (Positive Discipline Association) y Psicogenealogía.

[1] P. Carlos Aldunate, sj. (1991) Transformación espiritual y psicológica. Paulinas, Colección Carismas. Chile.
[2] Vicent de Gaulejac. (2013) Neurosis de clase. Del Nuevo Extremo. Buenos Aires.
[3] Alice Miller. (2011). El cuerpo nunca miente” Ensayos Tusquest Editores. Buenos Aires.
[4] Joaquín García-Huidobro. (2012) Una locura bastante razonable. Ediciones Logos. Argentina.
[5] Anclawww.plannedparennthoodorg. Extraído de Internet el viernes 19/02/2021.
[6] Sergio Sinay. (2008) La sociedad de los hijos Huérfanos. Ediciones B. Argentina.
[7] Diana Paris (2014) Secretos familiares. ¿Decretos personales? Del Nuevo Extremo. Buenos Aires.
[8] Anne Ancelin Schutzenberger. (2013) ¡Ay mis ancestros! Taurus. Alfaguara. Argentina.
[9] Dr. Philip Ney. Médico Psiquiatra Infantil. Universidad de Columbia. Miembro del Colegio de Médicos de Canadá. Magister en Humanidades. Psicólogo Clínico. Director del Instituto Internacional de Investigación y Recuperación para la Perdida de Embarazos y Abuso Infantil.
[10] Anne Ancelin Schutzenberger. (2013) ¡Ay mis ancestros! Taurus. Alfaguara. Argentina.
[11] Dr. Gonzalo Rodríguez. (2019) “Medicina con Fe” Tinta Libre Ediciones. Argentina.