Crisis ambiental y justicia:
Una alternativa para la solución de conflictos ambientales
César Arturo Sereno Marín[1]
Introducción [arriba]
La información más reciente sobre los niveles de contaminación y devastación ambiental son alarmantes. Nos enfrentamos a una crisis global de enormes consecuencias que pareciera no dimensionamos su magnitud. Hemos llegado al absurdo de negar muchos de los efectos nocivos de las actividades humanas en el ambiente, solamente para justificar políticas económicas que continúan cosificando al ambiente y sacrificando la posibilidad de un desarrollo pleno para generaciones presentes y futuras[2].
Por ello, el presente trabajo aporta una serie de reflexiones centradas en la realidad ambiental, en los daños reales en la naturaleza y como podemos, a través de medios alternativos de solución de conflictos, coadyuvar en la protección ambiental, resultando de enorme importancia como primer paso, el identificar los conflictos ambiental para estar en posibilidad de visualizar mejores alternativas de solución a problemas multifactoriales y complejos, siendo la deliberación de opiniones y la contraposición de argumentos, uno de los elementos esenciales para alcanzar la justicia ambiental.
1. La crisis ambiental [arriba]
Es común escuchar en los medios de comunicación, que existe una severa crisis ambiental que amenaza la supervivencia humana, que día con día la destrucción del planeta sigue avanzando a pasos acelerados derivado de las actividades industriales, agrícolas, ganaderas, mineras, etc., y que debemos replantear nuestra relación con el entorno derivado de una sociedad basada en el consumo de bienes y servicios en detrimento del ambiente.
Ante el escenario catastrófico que muchos autores, científicos y críticos predicen, resulta conveniente señalar algunos datos que muestran del agotamiento y deterioro de los bienes comunes y los efectos que están causando no sólo en la biodiversidad y el entorno, sino las repercusiones que está teniendo en la salud y bienestar de los seres humanos.
Previo a entrar a los datos que dan indicios de una crisis ambiental global, merece una mención especial lo dicho por Belshaw (2005, 27) en relación a los problemas ambientales:
No hay sólo un problema, sino una gama de ellos. Y no importa lo comprometidos que estén, los ecologistas no pueden aplicarse a todos ellos con la misma dedicación. Es necesario tomar decisiones. Parece razonable, en igualdad de condiciones, abordar los problemas más grandes primero. Pero para hacer esto es necesario hacer juicios correctos sobre la escala y la urgencia de un problema. Los desastres deben ser separados de los contratiempos, los riesgos de las certezas, y los momentos de crisis tratados con prudencia.
Por ello, el presente apartado muestra algunos datos y elementos que pueden considerarse síntomas de una crisis ambiental, sin intentar caer en un discurso catastrofista y desesperanzador, mas bien intentando exaltar la capacidad humana para lograr un cambio de hábitos en el consumo de bienes ambientales que nos permita disminuir los niveles de contaminación y lograr a una mayor justicia ambiental basada en el conocimiento pleno de los conflictos ambientales a partir de la realidad ambiental.
1.1 La situación ambiental actual
Es importante revisar algunas consideraciones relativas al estado actual del ambiente a partir de los múltiples elementos que lo conforman, recalcando que ésta separación de sus elementos es únicamente con fines ilustrativos y mostrando los efectos nocivos de las actividades humanas en ellos. De éste modo trataremos de contextualizar su importancia como bienes finitos e indispensables para la vida en nuestro planeta, pero sobre todo su carácter sistémico e integrado y donde resulta fundamental la conceptualización del ambiente como un todo.
La situación ambiental se ha visto agravado en los últimos años debido entre otras cosas a un crecimiento demográfico[3] y urbano exponencial, aumentando la demanda de insumos básicos -y deseos personales- mediante actividades como la agricultura extensiva, la industria, la minería, la pesca, la medicina, entre otras, muchas de ellas en detrimento de los bienes naturales que integran el ambiente, pues hay que recordar que es el ambiente quien dota de materias primas para la elaboración de los satisfactores de necesidades y deseos personales.
Conforme a datos de las Naciones Unidas, se prevé que de la actual cifra de unos 7,000 millones de habitantes en el mundo, se llegue a los 9,000 millones de personas en el año 2050. Derivado de este crecimiento exponencial, cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indican que será necesario producir anualmente otros 1,000 millones de toneladas (Mt) de cereales y 200 Mt más de productos ganaderos. Este crecimiento demográfico exigirá a su vez un crecimiento agrícola mayor en los países en desarrollo, donde el problema no es sólo producir alimentos sino garantizar que las familias logren el acceso a ello para así proporcionarles la seguridad alimentaria.[4]
Es importante tener en cuenta, que no estamos únicamente frente al reto de alimentar, vestir y dar vivienda a una población mundial de 9,000 millones de habitantes para el año 2050, sino que además implica proveer de una serie de satisfactores y deseos materiales de un reducido porcentaje de la población que tiene la capacidad económica para obtenerlos, situación que aumenta aún más la crisis ambiental existente y que se agudiza en ciertos elementos naturales como lo veremos a continuación.
a) Agua
El agua existente en el planeta está dividida en dos grandes apartados: agua dulce y agua salada. El 97.5% del agua existente es salada y tan solo menos del 2.5% es agua dulce que puede ser utilizada para el consumo humano. Del 2.5%, la mayoría se encuentra en los casquetes polares con un aproximado de 68.9% y en depósitos subterráneos un 30.8%, quedando solamente un 0.3% localizado en cuerpos superficiales como ríos o lagos, lo cual nos muestra que estamos ante un bien escaso pero necesario para la vida.[5]
Bajo este principio de escasez del recurso agua, estimaciones de la Organización Mundial de la Salud indican que para el año 2025, 1.800 millones de personas vivirán en países o regiones con escasez absoluta de agua y dos terceras partes de la población mundial podrían hacerlo en condiciones de estrés hídrico.[6]
México, por su parte, también sufre de problemas de escasez de agua, sobre todo porque existe una gran diferencia en cuanto a la disponibilidad del agua entre sus diversas regiones. La zona norte que representa el 50% del territorio nacional, apenas recibe el 25% de las precipitaciones pluviales, mientras que la zona sur que representa un 27.5% del territorio del país recibe un 49.6% de agua de lluvia, lo que sitúa al país en dos realidades distintas: una zona con una grave escasez de agua y otra zona con problemas de inundaciones, pero con una mala gestión y administración de este recurso.[7]
Conforme a la clasificación mundial de disponibilidad de agua, México es un país de baja disponibilidad del agua con un promedio de 4, 573 metros cúbicos de agua por año, lejos de la disponibilidad que presentan países como Brasil o Canadá.[8] Asimismo, México se encuentra entre los primeros lugares a nivel mundial de los países con mayor extracción de agua para uso agrícola, industrial y de abastecimiento público con alrededor de 81 kilómetros cúbicos de agua anuales.
Gráfico 1. Usos de agua en México
Fuente: Elaboración propia con datos de CONAGUA
Del agua extraída, mayormente es utilizada con fines agrícolas, en segundo lugar para uso público -donde entra el servicio de agua potable a la población- y finalmente el uso industrial como se aprecia en el gráfico 1.[9]
Los datos del año 2015 presentados por la Comisión Nacional del Agua en su Atlas del Agua en México 2016, señalan que en nuestro país existen registrados un total de 653 cuerpos de agua subterránea o acuíferos de los cuales 105 están sobreexplotados.[10]
Por otro lado, a nivel global el panorama de la contaminación del agua no es mejor que la realidad mexicana. Conforme a los cálculos realizados por la Organización de las Naciones Unidas, la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial y se prevé que aumente en los próximos años.
Se estima que 783 millones de personas no tienen acceso a agua limpia y que más de 1.700 millones viven actualmente en cuencas de ríos en las que el uso del agua supera su recarga. Más del 80% de las aguas residuales en los países en vías de desarrollo se descarga sin tratamiento, contaminando ríos, lagos y zonas costeras, lo cual trae como consecuencia que al menos 1800 millones de persona en todo el mundo beban agua contaminada con residuos fecales.[11]
Los datos mencionados anteriormente, muestran un panorama general de la situación de disponibilidad de agua para consumo humano existente en México y su contaminación e escala global, lo que aunado a los niveles de contaminación de los cuerpos de agua y su mala administración, provocan una situación de emergencia que se debe atender desde varios ángulos.
Por ejemplo, una de las grandes áreas de oportunidad es la generación y actualización de información ambiental por parte del Estado para la mejor toma de decisiones sobre uso y cuidado del agua, garantizando el acceso a la misma y haciéndola asequible para la población.
Por otra parte, la comunicación de información veraz y oportuna sobre la situación del agua en México y la visualización de la realidad ambiental, puede llegar a lograr una opinión pública informada, con mayor conciencia y cultura sobre la necesidad de su cuidado por parte de diversos sectores económicos que se benefician de su uso como el sector agropecuario, ganadero y el industrial,[12] así como el uso de forma individual que realizamos todos en nuestras actividades diarias.[13]
Mesa (2013,16) comenta al respecto:
El énfasis exagerado en las normas jurídicas y en la acción política que buscan enfrentar los problemas inmediatos también hace que con frecuencia los latinoamericanos perdamos de vista la importancia que tiene el análisis económico o la justicia social ambiental para enfrentar los retos que generan los problemas medioambientales. El enfoque de economía y derecho defiende la idea de que el mercado es el mejor instrumento disponible para la protección del medio ambiente.
En esta crítica de Mesa se observa la ausencia del compromiso ambiental por parte del Estado, quien en vez de instrumentar políticas que ayuden a combatir la pobreza con una visión de protección ambiental, se enfocan en instrumentos económicos que redundan en daños al ambiente, transformándose en un circulo vicioso del cual, sobre todo los países en vías de desarrollo no han podido o no han querido salir, lo cual muestra su falta de interés por atender los problemas ambientales, siendo la contaminación una consecuencia necesaria mientras se persigue el mal llamado desarrollo.
b) Suelo
La erosión es una de las principales formas de degradación del suelo y aunque es fenómeno natural,[14] no escapa a las afectaciones provocadas por las actividades del hombre, quien puede acelerar la erosión de diversas maneras. Algunas de las más notorias y preocupantes son la deforestación, las prácticas agropecuarias inadecuadas, la explotación minera y el crecimiento urbano sin control.
De conformidad con el estudio denominado El estado de los recursos de suelos en el mundo del año 2015, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la erosión se lleva de 25 a 40 000 millones de toneladas de la capa cultivable del suelo cada año, lo que reduce enormemente los rendimientos de los cultivos, la capacidad del suelo para almacenar y completar el ciclo del carbono, los nutrientes y el agua.
Las pérdidas anuales en la producción de cereales debido a la erosión se calculan en 7,6 millones de toneladas, por lo que no hacer algo al respecto, según las proyecciones del propio estudio indican una reducción de producción de más de 253 millones de toneladas en 2050.[15]
En México, conforme al Sistema Nacional de Información Ambiental y de Recursos Naturales (SNIARN) de la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), las causas principales de la degradación del suelo son las actividades humanas al transformar los recursos naturales en satisfactores materiales que con frecuencia alteran el ambiente.
La mayor degradación en nuestro país se debe a deforestación por cambios de uso para actividades agrícolas,[16] ya que muchas de las técnicas utilizadas mantienen inadecuadas formas de producción como el exceso de riego, quema de residuos de cosecha, exagerada labranza, uso indiscriminado de fertilizantes químicos, entre otras. Por ello, el uso inadecuado del suelo y la falta de planes de ordenamiento ecológico territorial y de desarrollo urbano a largo plazo han agravado la problemática.
Se debe recalcar que México no escapa a la realidad mundial referente a la contaminación del suelo, pues sufre una degradación acelerada como consecuencia principalmente de diversas actividades productivas ya mencionadas en el párrafo anterior. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), coloca a nuestro país entre los primeros lugares en este rubro, con cerca del 50% de los suelos severa y muy severamente degradados, comparado con el resto de sus países miembros. En América Latina, México se encuentra en un punto intermedio entre los países de Centro y Sudamérica.[17]
c) Aire
Las consecuencias de la contaminación del aire tienen repercusiones directas en la salud de los seres humanos. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2012, la contaminación atmosférica en las ciudades y zonas rurales de todo el mundo provoca cada año 3 millones de defunciones prematuras, siendo los países pobres los que más resultan afectados.[18]
Resulta alarmante el aumento en las muertes causadas por la contaminación del aire en los últimos años, pues algunos estudios calculan que a nivel mundial, las muertes por esta causa aumentaron a 4,2 millones en el 2015, en comparación con los 3,5 millones que había en 1990. Un caso que esta causando particular preocupación es la India, pues la contaminación del aire ha provocado que 1,1 millones de personas mueran de manera prematura cada año, con lo que esa nación supera a China como la más mortífera del mundo.[19]
En México, este tipo de contaminación es también un grave problema que está generando grandes gastos para el sistema de salud y disminuyendo la calidad de vida de las personas. Estimaciones del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) nos dicen que se gastan alrededor de 728 millones de pesos al año en servicios de salud y existen 5,065 muertes anuales en nuestro país derivado de este situación, lo cual lo ubica como un problema de salud pública donde urge la implementación de políticas ambientales y sanitarias para su pronta atención.[20]
Otra de las consecuencias de la contaminación de la atmósfera en los últimos años es el llamado cambio climático, el cual es provocado en su mayoría de los gases de efecto invernadero que provienen de la quema de combustibles fósiles que producen energía, aunque la deforestación, los procesos industriales y algunas prácticas agrícolas también emiten gases a la atmósfera, provocando que ésta aumente de temperatura.
La temperatura media de la Tierra ha subido más 0.8ºC a lo largo del pasado siglo y de no tomar medidas urgente sobre futuras emisiones de gases de efecto invernadero, se proyecta que la temperatura media aumentará a nivel mundial entre 3ºC y 5ºC para el 2100, haciendo este pronóstico un escenario preocupante y de graves consecuencias.[21]
Como se observa con los datos antes mencionado, el panorama parece poco alentador para los próximos años, lo cual nos obliga a redimensionar los problemas ambientales y a buscar nuevas alternativas de solución que involucren a la ciudadanía que permitan mayores niveles de participación y colaboración.
2. Conflictividad ambiental [arriba]
En el apartado anterior se han señalado algunos datos que muestran las tasas del deterioro ambiental y los efectos que en la salud de las personas están causando algunas actividades humanas, lo cual trae aparejado de manera simultánea una serie de conflictos e implicaciones sociales que van más allá de pérdida de biodiversidad, la contaminación del entorno y las afectaciones a la salud.
Los datos aportados por la ciencia sobre la contaminación, es un elemento fundamental en la búsqueda de soluciones a los conflictos ambientales, pues que mejor manera de comenzar a dialogar, que tomando como base datos confiables, objetivos y demostrables de los efectos negativos de las actividades humanas sobre el ambiente. Debemos alejarnos de subjetividades para mostrar daños reales en el entorno.
Por ello, la mediación y conciliación como mecanismos de resolución de problemas ambientales deben partir de información científica confiable y objetiva, pero además debe ir más allá del dato que se convierte en información, debe situarse en el lugar donde existe el conflicto ambiental y así lograr una sensibilización del problema a partir de la realidad.
Acudir al sitio donde se puede observar y sentir los conflictos ambientales que provoca la contaminación de un río o la destrucción de un bosque y sus efectos en las comunidades, resulta fundamental para dimensionar la magnitud del daño al entorno y situarnos frente a la realidad ambiental. Estar en el sitio del conflicto ambiental es una forma de evitar la desvalorización de la naturaleza que ha permeado en los últimos años. Como afirma Shiva (2013, 142) “los grifos y las botellas nos han hecho olvidar que antes de fluir por tuberías y venderse al consumidor en plástico, el agua es un regalo de la naturaleza”.
Así, ante esta conflictividad ambiental donde existe una lucha entre los que desean apropiarse de la naturaleza y quienes la defienden, se debe volver la mirada a los lugares que dan origen al conflicto. Mesa (2015, 28) expone que:
La naturaleza, que ha sido usada a lo largo de la historia humana, en el último tiempo adquiere dimensiones extraordinarias asociadas al mal uso, y por ello se requiere la construcción de nuevas formas de conocimiento y la necesidad de concretar Diálogos de saberes, haberes y poderes como reto, tanto al supuesto único saber, el de los científicos, como a la justicia constitucional, desde una teoría de la justicia ambiental (en estricto sentido).
Es decir, resulta urgente redimensionar nuestra relación con la naturaleza incluyendo también los problemas sociales que la contaminación y la explotación desmedida de los bienes naturales está provocando. Para ello comenta Mesa, debemos dialogar entre los diferentes sectores, incluyendo por supuesto a los científicos que tienen datos comprobables de los efectos nocivos en el ambiente, pero sin dejar de lado los saberes tradicionales y ancestrales de muchos pueblos originarios que la mayoría de las veces –sino es que siempre- son ignorados.
Para ejemplificar alternativas de solución a problemas sobre acceso a uno de los recursos necesarios para la vida como lo es el agua, Shiva (2013,134) afirma:
Sobre los conflictos por agua es posible minimizar la escasez del agua y los conflictos por el líquido en todo el planeta –problemas ambos causados por el hombre– si se admite que el agua es un recurso comunal. Los movimientos de conservación del agua también demuestran que la verdadera solución a la crisis del agua radica en la energía, el trabajo, el tiempo, los cuidados y la solidaridad del pueblo. La alternativa más eficaz a los monopolios del agua es la democracia del agua.
Resulta preocupante que en la extracción y el uso de bienes ambientales a lo largo y ancho del planeta, no exista una distribución equitativa de la riqueza generada, mas aún, que muchas comunidades sean prácticamente desplazadas por gobiernos y empresas transnacionales para continuar con la explotación de la naturaleza que han cuidado y preservado durante siglos.
Por ello, es necesario dejar constancia de la existencia de una serie de conflictos generados por la apropiación de los bienes ambientales, conflictos por acceso al territorio, por la extracción de minerales, gas y petróleo, por la gestión de residuos, administración y uso del agua, gestión o por el manejo de residuos, el desarrollo de infraestructuras, turismo y conservación de la biodiversidad, entre otros que se seguirán presentando de no hacer un alto ante la avaricia y el consumismo de algunos pocos, bajo el argumento del beneficio colectivo y el desarrollo.[22]
Es así, que la naturaleza colectiva de los problemas ambientales, ha puesto en predicamentos a las actuales figuras jurídicas que resultan insuficientes ante la complejidad ambiental que representan las relaciones hombre-naturaleza. De ahí la necesidad de repensar el derecho a la luz de los conflictos ambientales, más allá del derecho clásico patrimonial que permita dar cause y solución a los mismos, y en donde el fortalecimiento de mecanismos alternos de solución de conflictos se conviertan en punta de lanza para una efectiva justicia ambiental.[23]
3. Mediación y conflictividad ambiental [arriba]
La administración de justicia también juega un papel importante ante el reto de la protección del ambiente. La evolución de las normas jurídicas debe ser impulsada frente a los conflictos ambientales que se han suscitado en los últimos años y que se incrementarán día con día conforme avance la crisis climática.
La justicia como fin último de las normas jurídicas, debe ser abordada desde una perspectiva diferente, pues debe integrar a sectores históricamente olvidados como los grupos indígenas y debe poner en el centro de la discusión al ambiente más allá que como un bien material susceptible de apropiación.
Ante ese reto, se considera que la justicia a partir de un procedimiento deliberativo es una opción viable ante la complejidad que representan los conflictos ambientales, siendo el diálogo el fundamento y guía para alcanzar la justicia y donde la realidad ambiental se sitúe como punto toral para el intercambio de opiniones y por ende para la mejor toma de decisiones.
Citando a Leff (2013, xiv) la problemática ambiental que existe en la actualidad, “es una crisis del efecto del conocimiento sobre el mundo, el conocimiento se ha vuelto contra el mundo, sobre lo real y la comprensión del mundo se ha cosificado”, hemos desnaturalizando la naturaleza en las propias palabras del autor.
Es por eso que el diálogo por el que se pugna debe ser inclusivo, pues en el proceso deliberativo es necesario que intervengan desde una posición de igualdad todos los individuos que pueden ser afectados por la decisión. Lo dialógico también supone que se escuchen todas las opiniones, incluso los que disienten y que teniendo toda la información, sea posible alcanzar un acuerdo.
La justicia dialógica se contrapone así a la idea de que exista una persona o institución que posea la última palabra o la decisión total sobre un asunto, ya que sin la variedad de opiniones no se puede producir la discusión ni se enfrentan puntos de vista o argumentos. Este enfoque de justicia supone la consulta y la suma de las voces de todos los involucrados en un asunto y no una determinación jerárquica asumida desde una particular y única visión.
La justicia dialógica se ancla también al contexto democrático, pues no se puede considerar la existencia de un diálogo entre personas que no se encuentran en posiciones iguales, es decir, la conversación y el intercambio de opiniones no se puede llevar a cabo entre personas que guarden una relación de subordinación. Sobre este punto Gargarella (2014, 19) señala que “es difícil llamar diálogo democrático a uno en donde los participantes se encuentran situados en posiciones tan desiguales”.
Sobre lo comentado por Gargarella en torno al diálogo democrático y en relación al medio ambiente es oportuno trae algunas ideas en torno a la propiedad del ambiente para dimensionar la importancia de la participación de todos mediante el diálogo abierto.
Como se ha visto en el presente trabajo, el ambiente representa una enorme complejidad para entender sus dinámicas e impactos en la vida cotidiana. Por ejemplo, muchas veces se pierde de vista la realidad ambiental más alla de nuestros centros de trabajo y ciudades, por ello resulta pertinente detenerse en reflexionar sobre un asunto fundamental en materia ambiental: el ambiente como un bien de propiedad común.
En el año de 1968, Garret Hardin publicó en la revista Science su famoso artículo The tragedy of the commons, en la cual postula el problema poblacional donde las personas terminan destruyendo los recursos de uso compartido derivado de su interés personal de maximizar su uso, el cual trae como consecuencia la ruina o tragedia de dichos bienes. Como el mismo Hardin (2009, 130) afirma:
Cada hombre está atrapado en un sistema que lo impulsa a aumentar su rebaño sin límite, en un mundo que, sin embargo, tiene recursos limitados. El destino hacia el que todos los hombres se precipitan es la ruina, cada cual persiguiendo su propio interés en una sociedad que cree en el libre uso de los bienes de propiedad común. El libre uso de los bienes de propiedad común trae la ruina para todos.
Hardin (2009) considera que el aumento poblacional trae consigo la eliminación de la idea de los bienes de propiedad común de algún grado u otro, precipitando la ruina de toda la sociedad. Ante este escenario planteado por Hardin, se puede decir que existen posibilidades para la mejor gestión del ambiente como bien de propiedad común, siempre y cuando se pierda de vista que el ambiente es un “macro-bien, y como tal es un sistema, lo cual significa que es más que sus partes: es la interacción de todas ellas,” es decir, se debe ver de forma integral y con la complejidad que representa.
En los últimos años ha tomado relevancia desde el punto de vista normativo, la identificación del ambiente como un bien colectivo o bien de uso común, ya que sus características no son bienes del Estado o de los particulares. Para Lorenzetti (2008, 8), algunas de las características de los bienes colectivos son los siguientes:
1. Indivisibilidad de los beneficios: el bien no es divisible entre quienes lo utilizan (…)
2. Uso común sustentable: el bien puede ser usado por todos los ciudadanos (…)
3. No exclusión de los beneficiarios (…)
4. Estatus normativo: el bien colectivo tiene reconocimiento legal (…)
5. Calificación objetiva: surge de una designación normativa objetiva y no subjetiva (…)
6. Legitimación para obrar difusa o colectiva (…)
Como se puede apreciar de las características anteriormente señaladas por Lorenzetti, se identifica la no exclusión, la indivisibilidad y el uso común de los bienes colectivos, por lo tanto estamos frente a un bien democrático, que pertenece a todos y que evita la exclusión de su uso. Por ello, se considera que el ambiente, entendido de manera sistémico, no es un bien público ya que la naturaleza de dichos bienes es un uso universal, sin restricciones, pero además sin nadie a quien le interese su cuidado ante los nulos incentivos para ello. En cambio, la connotación de bienes colectivos o de uso común, al no excluir de su uso a nadie, pero al ser bienes que día con día disminuyen su calidad o disponibilidad, si llegan a rivalizar por su uso y es ahí donde empieza a preocuparnos su cuidado y protección al convertirse en algunos casos en un tema de sobrevivencia y seguridad nacional.
Por otra parte, Gargarella (2014, 20) subraya algunas dificultades para que se desarrolle plenamente el diálogo que son el estatus social diferente que suelen tener los participantes, la formación endógena (de instituciones donde se toman decisiones) de preferencias y el prolongado tiempo que puede llevar debatir un asunto antes de emitir una resolución. Así mismo, la condición de que el diálogo se de entre élites, dejando fuera a mayorías y minorías desaventajadas que no tendrán la posibilidad de participar en él, es uno de los más grandes retos que enfrenta la justicia dialógica.
El esquema deliberativo posee algunas características estructurales que le dan vida al proceso y según Martí (2006, 90) estos principios estructurales son: argumentación, proceso abierto, inclusión, publicidad, procedimiento colectivo, el de procedimiento continuo y los de libertad e igualdad de los participantes.
Por lo anterior, el ambiente al ser un bien colectivo y de naturaleza compleja, requiere como fundamento para su mejor protección una teoría de la justicia basado en el diálogo y la deliberación, siendo uno de los medios alternativos para la solución de ciertos conflictos ambientales, la mediación como mecanismo que permita alcanzar una mayor eficacia y el perfeccionamiento de la justicia ambiental. En este punto es oportuno recalcar la necesidad de plantear la mediación en el sitio del conflicto ambiental.
Los mecanismos de solución de conflictos deben contemplar que los mediadores sean itinerantes y vayan al lugar de los hechos. Se debe pugnar por llevar los medios alternativos a las comunidades donde se vive el conflicto ambiental, donde están los involucrados viviendo las consecuencias de la lucha por los bienes naturales como una medida de sensibilizar a todos los que intervienen en el proceso de mediación. La realidad ambiental como elemento clave para la mejor solución de conflictos.
La mediación resulta de enorme utilidad, pero se debe ser cuidadoso al no olvidar al principal afectado: el ambiente. Por ello se dice que en ciertos casos es de utilidad para llegar a la justicia ambiental, siempre y cuando el principio pro natura sea la directriz de los debates, discusiones y toma de decisiones. Es decir, que los intereses del ambiente sean los que se defiendan en un conflicto ambiental, pues de lo contrario se corre el riesgo de solamente legitimar el daño al ambiente mediante un proceso deliberativo ad hoc que en nada ayudaría en disminuir los efectos de las actividades humanas en el entorno.
Conclusiones [arriba]
Los impactos negativos en el ambiente derivados de las diversas actividades humanas son cada día mayores. La información científica respecto a los daños al ambiente muestra tasas aceleradas que en los últimos años han crecido de manera alarmante y que pone en duda la sobrevivencia humana a mediano plazo.
Esta crisis ha provocado replantear nuestra relación con la naturaleza y reflexionar desde la ciencia del derecho como encontrar nuevas formas para solucionar una serie de conflictos ambientales que se presentan entre quienes desean apropiarse y explotar los bienes naturales y quienes los defienden y siente la necesidad de su cuidado y protección.
Ante este escenario, el ambiente al ser un bien colectivo y de naturaleza compleja, requiere como fundamento para su mejor protección una teoría de la justicia basado en el diálogo y la deliberación, siendo los medios alternativos para la solución de ciertos conflictos ambientales, en específico la mediación como mecanismo que permitiría alcanzar una mayor eficacia y el perfeccionamiento de la justicia ambiental.
Los jueces y mediadores itinerantes, que visiten los lugares donde se suscitan los conflictos ambientales. Se debe buscar que los medios alternativos lleguen a las comunidades donde se vive el conflicto ambiental, donde están los involucrados viviendo y “sintiendo” las consecuencias de la lucha por los bienes naturales como una medida de sensibilizar a todos los que intervienen en el proceso de mediación. La realidad ambiental resulta en elemento clave para la mejor toma de decisiones en la solución de conflictos ambientales.
Referencias [arriba]
Belshaw, C. (2005). Filosofía del medio ambiente. Razón, naturaleza y preocupaciones humanas. España: Editorial Tecnos.
Gargarella, R. (1999). Las teorías de la justicia después de Rawls. Un breve manual de filosofía política. España: Paidós.
Hardin, G. (2009). La tragedia de los bienes de propiedad común. En Crawford, C. (Comp.) Derecho ambiental y justicia social, (pp. 109-132), Bogotá, Colombia: Siglo del Hombre Editores.
Leff, E. (2007). Ecología y Capital. Racionalidad Ambiental, Democracia Participativa y Desarrollo Sustentable. México: Siglo XXI Editores.
Lorenzetti, R. (2008). Teoría del Derecho Ambiental. México: Editorial Porrúa.
Martí, J. (2006). La república deliberativa: una teoría de la democracia. Madrid, España: Marcial Pons.
Mesa, G. (2013). Derechos ambientales en perspectiva de integralidad. Concepto y fundamentación de nuevas demandas y resistencias actuales hacia el Estado ambiental de derecho. Bogotá, Colombia: Universidad Nacional de Colombia.
Shiva, V. (2013). Las guerras del agua. Privatización, contaminación y lucro. México: Siglo XXI editores.
Notas [arriba]
[1] Doctor en Derecho por la Universidad de Colima; miembro de la Liga Mundial de Abogados Ambientalistas; Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Conacyt. correo: cesar.sereno84@gmail.com.
[2] Para muestra de esta visión, tenemos las declaraciones del actual presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump quien anunció el pasado 1 de junio del 2017 la salida de su país del Acuerdo de París contra el cambio climático. Trump declaró: “He cumplido una tras otra mis promesas. La economía ha crecido y esto solo ha empezado. No vamos a perder empleos. Por la gente de este país salimos del acuerdo. Estoy dispuesto a renegociar otro favorable para Estados Unidos, pero que sea justo para sus trabajadores, contribuyentes y empresas. Es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”. Ver nota completa en https://elpais .com/interna cional/2017/0 6/01/estados_ unidos/14963428 81_5272 87.html. Última visita 15 de abril de 2019.
[3] Autores como Mesa (2013, 189), son escépticos en cuanto al elemento poblacional, pues como él mismo lo indica, muchos planteamientos sobre la relación entre población y pobreza no han sido debidamente abordados, ya que el problema no es que el mundo no puede producir lo suficiente para alimentar y dar alojamiento su población, sino que las desigualdades entre ricos y pobres se manifiestan claramente en los consumos: consumo de unos pocos, infra consumos de muchos o de la gran mayoría.
[4] Consultar http://www.fao.org/ 3/b-i1 688s.pdf. Última visita 11 de abril de 2019.
[5] Para más datos al respecto se recomienda consultar la página http://www.agua.org .mx. Fecha de consulta 12 de marzo de 2019.
[6] Más datos al respecto en: http://www.un.org/sp anish/wat erforlifedeca de/scarcity.sht ml. Consultada el día 3 de marzo de 2019.
[7] Consultar http://www2.inecc.gob.mx/publicaciones/libros/574/cap4.pdf. Última visita el 8 de abril de 2019.
[8] Ver: http://www.agua.org .mx/el-agu a/agua-e n-mexico. Última consulta el 3 de abril de 2019.
[9] Más información sobre el uso del agua en México puede ser visualizada en http://www.conagu a.gob.mx/conagua 07/contenido/doc umentos/sina/ca pitulo_8 .pdf. Consultado el día 13 de marzo de 2019.
[10] Para consultar éste y otros datos al respecto se recomienda consultar el documento completo en http://files.conagu a.gob.mx/conagua /publicaci ones/Vertie ntes/AAM2 016.pdf. Última visita el día 3 de febrero de 2019.
[11]Se pueden revisar ésta y más estadísticas en la página: http://www.un esco.org/new/e s/natural-scien ces/envir onment/wate r/wwap/facts-an d-figur es/all-facts-ww dr3/fact-15- water -pollution/. Visitada el día 5 de abril de 2019.
[12] Conforme a datos de la Comisión Nacional del Agua, en México la agricultura y la ganadería consumen el 76.3% del agua dulce. A nivel global estas actividades consumen en promedio 70%. Le siguen en consumo de agua la industria y la generación de energía. En México consumen 13% del agua dulce; el promedio mundial es de 22%. https://agua.o rg.mx/cuanta-a gua-tiene-mex ico/#q uienes-con sumen-mas. Consultada el 20 de marzo de 2019.
[13] Conforme a un estudio realizado a nivel global, México se encuentra entre los cinco países que más agua consume por habitante en el mundo. Según dicho estudio la Ciudad de México es la que tiene los mayores problemas de abastecimiento debido a la sobrepoblación. El análisis revela que los Estados Unidos consume 575 litros; Australia 493 litros; Italia 386 litros; Japón 374 litros; México 366 litros; España 366 litros; y Noruega 301 litros son los países que destacan por su elevado consumo diario de agua por habitante. Reporte del Foro Económico Mundial. Ver http://www.elfinancier o.com.mx/economi a/mexico-el-q uinto-pais-que -mas-consum e-agua.html. 8 de abril de 2019.
[14] Por ejemplo, la lluvia es el agente erosivo más dinámico, provocando el humedecimiento y desincorporación de los agregados primarios del suelo, lo que conduce a la disminución de la capacidad de infiltración. Fuente: (INEGI).
[15] Consultar más datos en: http://www.fao. org/news/stor y/es/item/357165 /icode/. Visitado el 3 de marzo de 2019.
[16] Para ver más datos sobre este sistema puede consultar la página https://www.gob. mx/sema rnat/accione s-y-programa s/sistema-nacional-d e-informa cion-ambiental- y-de-recursos -naturales. 28 de marzo de 2019.
[17] Se recomienda revisar el estudio completo sobre suelo del Instituto de Ecología y Cambio Climático en https://micrositios .inecc.gob.mx/ publicacion es/libros/448/ 9.pdf. 15 de abril de 2019.
[18] Los habitantes de países de ingresos bajos y medianos sufren desproporcionadamente la carga de morbilidad derivada de la contaminación del aire exterior, lo que se constata por el hecho de que el 87%, de los 3 millones de defunciones prematuras, se producen en esos países, y la mayor carga de morbilidad se registra en las regiones del Pacífico Occidental y el Asia Sudoriental. Se recomienda consultar la liga: http://www.who.int /mediacentr e/factsheets/ fs313/es/. Visitada el 7 de abril de 2019.
[19] Ver nota en: https://www.nytim es.com/es/201 7/02/16/la-co ntaminacio n-del-aire-en-la-in dia-ya-es-m as-mortifera- que-en-c hina/. Consultada el 28 de octubre de 2017.
[20] Para revisar éste y mas datos: http://imco.or g.mx/calculador a-aire/. Visitada el 15 de abril de 2019.
[21] Consultar: https://espanol.epa.gov. Visitada el 30 de abril de 2019.
[22] Por situaciones como las enumeradas en éste párrafo, un grupo de académicos de 23 universidades de 18 países, coordinados por el investigador español Joan Martínez Alier, presentaron el Atlas de Justicia Ambiental ante el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Bruselas) el 19 de marzo de 2014, como parte del proyecto europeo EJOLT: Environmental Justice Organizations, Liabilities and Trade (Organizaciones de Justicia Ambiental, Pasivos y Comercio).
[23] Una de las herramientas que resultan de gran utilidad para dimensionar los distintos tipos de conflictos ambientales en los diferentes países del mundo se recomienda consultar la página del Atlas de Justicia Ambiental en: https://ejatlas.org.
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