JURÍDICO LATAM
Doctrina
Título:Acerca del día del trabajo y la pandemia de las mujeres trabajadoras
Autor:Sosa, María Fabiana
País:
Argentina
Publicación:Biblioteca IJ Editores - Argentina - Derecho del Trabajo
Fecha:14-05-2020 Cita:IJ-CMXVII-895
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Acerca del día del trabajo y la pandemia de las mujeres trabajadoras

María Fabiana Sosa

En relación con el 1° de Mayo, y la pandemia de las mujeres trabajadoras.

Desde que la Organización Mundial de la Salud declaró a la Covid-19 como una pandemia, los países de todo el mundo adoptaron distintas medidas para afrontar la situación de emergencia sanitaria, con diferentes impactos de índole económica, social y especialmente en el área de la salud. Sin embargo, observamos con preocupación que tales efectos no tienen la misma repercusión en la vida de las mujeres trabajadoras.

A nivel mundial el 70 % [1]del personal de atención médica y servicios sociales son mujeres (parteras, enfermeras o trabajadoras sanitarias), lo cual pone en evidencia que están afectadas desproporcionadamente por la situación actual.

En Argentina, constituyen el 86% [2] de las personas empleadas en el sector del cuidado (que incluye el sector sanitario), representando una tercera parte de las mujeres ocupadas. Aproximadamente la mitad de ellas son maestras, profesoras, médicas y enfermeras, entre otras trabajadoras del sistema de salud, mientras la otra mitad son trabajadoras domésticas.

Por otra parte, el teletrabajo implementado en algunos supuestos, sin estar regulado en su funcionamiento, sumado a la suspensión de clases decretada en las escuelas, con los niños y niñas en las casas, además del cuidado de personas dependientes o adultos mayores, ha puesto en evidencia una crisis en los cuidados, multiplicando las tareas del hogar, que siguen estando mayormente y en forma desproporcionada en cabeza de las mujeres, expuestas a su vez, a situaciones de violencia doméstica que también impactan negativamente en su desarrollo laboral.

Al encontrarse las mujeres trabajadoras en la primera línea de emergencia, también están más y mayormente expuestas a los efectos colaterales de esta situación, con mayores riesgos de contagio, aumento en la carga de horas laborales y mayor carga de tiempo de trabajo doméstico no remunerado en sus hogares, sumado al estrés de compatibilizar ambas situaciones, el desgaste físico y emocional que esto trae aparejado, menores ingresos, mayor precariedad laboral, por la alta informalidad del sector, que redunda en una vulneración mayor en la defensa, y en el disfrute de los derechos laborales, tales como licencias por enfermedad, por cuidado de hijos o hijas en edad escolar, accidentes de trabajo, enfermedades laborales, cobertura al servicio de salud.

Las trabajadoras informales son las primeras y mayormente afectadas, por la reducción de la actividad económica, las trabajadoras de casas particulares ven afectados sus ingresos por esto, más la multiplicación de tareas en caso de estar regularizadas en tareas de cuidado, declaradas esenciales en el contexto de la pandemia.

Las situaciones de violencia doméstica han ido en aumento durante el período de asilamiento, así como las trabajadoras de salud, están mayormente expuestas a situaciones violencia y acoso laboral, en el contexto de la pandemia, ya sea en la vía pública, medios de transporte, edificios, o en los lugares de trabajo, tal como hemos visto casos de estigmatización, o reacciones por parte del temor de algunas personas en la sociedad.

Según informa la periodista Mariana Iglesias [3] la línea telefónica 144 de violencia de género ya contabiliza un aumento del 30 por ciento en las consultas, reforzando con esto que “…el avance de la pandemia no sólo provoca angustia, enfermedad y muertes por el virus. La cuarentena obligatoria provoca también otros problemas, que van desde la incomodidad de la convivencia permanente a la sobrecarga de tareas de cuidado, muchas veces en soledad, y el incremento de la violencia sobre las personas más vulnerables: niños, niñas, adolescentes, mujeres, mayores y con discapacidades…”

Según datos recabados por el Observatorio de femicidios “La Casa del encuentro” [4] se registraron 21 femicidios en 28 días de cuarentena, desde el 20 de Marzo al 16 de Abril del corriente año, reafirmando lo analizado en sus estadísticas anuales, esto es, que la violencia de género aumenta en la convivencia obligada siendo la vivienda el lugar más inseguro.

Conforme el resumen de los informes elaborados por el Observatorio de la OIT: El COVID-19 y el mundo del trabajo [5]  “…los sectores de la economía informal más afectados por la crisis presentan una mayor cantidad de trabajadoras mujeres. 42% de mujeres Se encuentran trabajando en sectores altamente en riesgo por la crisis frente al 32 % de hombres…”

La Organización Internacional del Trabajo, en su edición del 7 de Abril, “El COVID-19 y el mundo del trabajo. Segunda edición Estimaciones actualizadas y análisis” [6] se pregunta cuáles son las personas más vulnerables y responde afirmando que las epidemias y las crisis económicas pueden repercutir de forma desproporcionada en determinados grupos de población, y propiciar un aumento de la desigualdad. Habida cuenta de la experiencia relativa a casos anteriores y la información de que se dispone actualmente sobre la crisis del Covid-19, así como los conocimientos adquiridos en crisis anteriores, destaca que dentro de los grupos de población más vulnerables se encuentran “…las mujeres, a raíz de la amplia labor que desarrollan en los sectores más afectados (en particular el de los servicios), o por realizar un trabajo de primera línea para hacer frente a la pandemia (por ejemplo, las enfermeras). Según estimaciones de la OIT, el 58,6% de las mujeres que trabajan en todo el mundo lo hacen en el sector terciario, frente al 45,4% de los hombres. Las mujeres tienen menor acceso a servicios de protección social y soportan una carga laboral desproporcionada en la economía asistencial, en particular en el caso de cierre de escuelas o de centros de atención (OIT, 2018)…”.

Desde ONU MUJERES se han elaborado informes respecto de los impactos e implicaciones que son diferentes para mujeres y hombres, donde se pone de relieve que el manejo de las crisis o situaciones de emergencia como el COVID-19 puede tener impactos graves en la vida de las mujeres y niñas, si no se consideran las dimensiones de género. Resalta que temas como el trabajo de cuidados, la autonomía económica, violencia física o sexual, participación de las mujeres en la toma de decisiones, la desagregación de datos por sexo, el análisis de género y la migración irregular, son solo algunas de las áreas de preocupación que deben ser parte de una respuesta efectiva ante la crisis sanitaria que atraviesa el mundo en este momento.
La oficina de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe ha desarrollado un documento donde indica distintos impactos y ofrece una serie de recomendaciones para que tomadores de decisión puedan integrar la perspectiva de género en clave de una respuesta efectiva en este contexto, con el fin de reflejar las dinámicas de género, aportando las siguientes recomendaciones:

1. Asegurar la disponibilidad de datos desagregados por sexo y el análisis de género, incluyendo las tasas diferenciadas de infección, impactos económicos y en la carga de cuidado diferenciados, barreras de acceso de mujeres, e incidencia de violencias doméstica y sexual.

2. Asegurar la dimensión de género en la respuesta requiere destinar recursos suficientes para responder a las necesidades de las mujeres y niñas. La respuesta debe considerar de manera diferenciada las necesidades y capacidades de mujeres, hombres, niñas y niños, y garantizar que todas las personas afectadas sean beneficiadas por la asistencia.

3. Implicar a las mujeres en todas las fases de la respuesta y en la toma de decisiones nacionales y locales, especialmente a grupos de mujeres que están recibiendo mayormente el impacto de las crisis como las mujeres trabajadoras del sector sanitario, trabajadoras domésticas y del sector informal, así como mujeres migrantes y refugiadas.

4. Asegurar la atención de las necesidades inmediatas de las mujeres que trabajan en el sector sanitario. Mejorar el acceso de las trabajadoras sanitarias a la información, a los equipos de protección personal y a los productos de higiene menstrual, y promover modalidades de trabajo flexibles.

5. Impulsar consultas directas con organizaciones de mujeres sobre la situación de las mujeres, en particular sus necesidades y las medidas adecuadas para enfrentar la pandemia, asegurando que sus opiniones, intereses, contribuciones y propuestas sean incorporadas en la respuesta.

En nuestro país, según los últimos datos de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, del Ministerio de Economía [7] actualmente, las mujeres son las que sufren los mayores niveles de desempleo y precarización laboral, ganan, en promedio, un 29% menos que sus

Según la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (EAHU-INDEC,2013) ellas realizan el 76% de las tareas domésticas no remuneradas. El 88,9% de las mujeres las realizan y dedican a este tipo de labores un promedio de 6,4 horas semanales. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas semanales. Es decir, en nuestro país, las mujeres destinan más del doble de horas por día a las tareas de cuidado.

Al trabajar las mujeres lo hacen en peores condiciones: salarios más bajos, doble jornada (paga y no paga), mayor precarización, altas tasas de desempleo, pobreza de tiempo, entre otras. La tasa promedio de la participación de las mujeres en el mercado laboral es de 49,2%, 21 puntos porcentuales más baja que la de los varones (71,2%).

Los varones constituyen el 57% del total de los ocupados. De ellos, el 8,5% de los varones tienen puestos de jefatura o dirección, mientras que este porcentaje en mujeres es del 4,7%. 

Además de tener peores salarios en general, las mujeres enfrentan mayores niveles de informalidad (36% versus 34,2%) y mayores niveles de desocupación (10,8% versus 8,9%) que los varones.

Además de las brechas de ingresos, se observan fenómenos de segregación horizontal (paredes de cristal) y vertical (techos de cristal), es decir, la existencia de barreras para la participación de mujeres en determinados empleos y para el acceso a puestos jerárquicos.

En cuanto a la segregación horizontal, en la Argentina, la principal ocupación de las mujeres es el servicio doméstico remunerado: representa el 16,5% del total de empleo de las mujeres ocupadas y el 21,5% de las asalariadas. Estas tareas están extremadamente feminizadas: entre las 877.583 personas que se dedican al servicio doméstico, el 96,5% son mujeres.

Si sumamos las trabajadoras del servicio doméstico, la enseñanza y la salud, encontramos que 4 de cada 10 mujeres ocupadas se insertan en trabajos relacionados con tareas del hogar y de cuidados. Los varones, en cambio, son mayoría en sectores asociados a la industria, la construcción y la energía.

Para entender estos datos es necesario poner en cuestión, el punto de partida para exponer el lugar de las mujeres en el sistema productivo, como un concepto básico y fundamental de la economía: el trabajo.

En general, la de?nición de trabajo que aparece contenida tanto en las estadísticas como en el diseño de las políticas públicas lo asume como una actividad mediada por un pago y deja fuera del análisis económico al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que se realiza en los hogares, no considerando dentro de sus variables las condiciones y posibilidades de empleo de las personas, tanto respecto del ingreso, posibilidades de ascensos, y egreso del trabajo, haciendo con ello que las desigualdades en el trabajo, se profundicen y amplíen.

Es necesario incorporar al análisis la distribución social de los trabajos no remunerados, y la incidencia que tienen los roles de género, claves en la reproducción social del cuidado, para poder romper con la división sexual del trabajo que históricamente, ha asignado roles de género; asignando tareas necesarias para garantizar la reproducción social a las mujeres (cuidados, bienestar y supervivencia de las personas que componen el hogar) y el trabajo productivo a los varones (el que se realiza en el mercado de manera remunerada).

Uno de los indicadores en los que es posible identi?car el impacto de la asimetría en la distribución de los trabajos no remunerados, es la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral o tasa de actividad. Al tener una cantidad de tiempo disponible menor, las mujeres participan menos en el mercado de trabajo. Además, se insertan laboralmente con peores condiciones: salarios más bajos, doble jornada (paga y no paga), mayor precarización, altas tasas de desempleo, pobreza de tiempo, entre otras.

Quizás esta pandemia ponga sobre la mesa la desigualdad en los cuidados. Venimos hablando de la necesidad de repensar las relaciones laborales y revisar la distribución del cuidado que se apoya sobre el trabajo gratuito de las mujeres.

La inclusión de un enfoque de género se hace indispensable cuando se discuten derechos, ya que éstos tienen un efecto sobre la mujer trabajadora de manera diferenciada.

Las políticas económicas, así como las políticas públicas, se inscriben en un conjunto de relaciones distributivas que afectan las vidas de las personas de manera diferenciada según su clase social, su ubicación geográ?ca y también su género.

En contextos de recesión o de crisis como el actual, así como en momentos de recortes o ajustes, es necesario profundizar en estas variables, a fin de poder dar respuesta al mayor impacto negativo sobre las mujeres trabajadoras, ya que las herramientas de política pública no pueden ser neutrales al género, dado que, si el fenómeno de la desigualdad es estructural, la respuesta también debe ser estructural.

Por ello, el Derecho del Trabajo tampoco puede mantenerse alejado de estos indicadores de la realidad, implicándose en la participación de las mujeres en el trabajo, atendiendo la mirada desde la economía del cuidado, generando mecanismos propicios para acelerar el camino hacia la igualdad, para cerrar las brechas de ingresos, de tiempos y de derechos, debiendo repensar las relaciones laborales, siendo que es un desafío central e imperioso incorporar este enfoque de derechos, como un enfoque de género.

 

 

Notas

[1] https://ilostat.ilo .org/es/20 20/04/03/ covid-19-a re-there -enough-he alth-workers/
[2] Esquivel & Pereyra, 2017, “Las condiciones laborales de las y los trabajadores del cuidado en Argentina. Reflexiones en base al análisis de tres ocupaciones seleccionadas.”
https://www.uns e.edu.ar/tra bajoysocieda d/28%20DOSSI ER%2004% 20PEREYR A%20FRAN CISCA_ESQUIV EL%20Tra bajadoras%2 0del% 20cuidado% 20Edita do.pdf
[3] https://www.cla rin.com/ sociedad/ coronaviru s-argentina- aumenta ron-30-llama das-linea-144-vio lencia-gen ero_0_hsNF8 q3tF.html
[4] http://www.la casad elencue ntro.or g/
[5] https://www.ilo. org/wcm sp5/groups /public/---dgre ports/---dco mm/docume nts/briefingnote/ wcms_7409 81.pdf
[6] https://www.ilo .org/wcm sp5/gr oups/publ ic/---dg reports/--- dcomm/d cuments/brief ingnote / wcms_73 9158.pdf
[7] “Las brechas de género en la Argentina. Estado de situación y desafíos”
https://www.arg entina.go b.ar/sit es/default/files /las_brechas_ de_genero_e n_la_arg entina_0.pdf